lunes, 18 de mayo de 2009

pensamientos desalineados

Hace días que no pienso en nada. No agregué nuevas entradas en este blog porque no tengo nada interesante para decir. Pero me da pena que el blog no se actualice. Entonces ¿qué hago? Agrego cualquier verdura. No, tampoco.
Hace unas semanas atrás un amigo se me enojó y días después me mandó a pasear elegantemente, porque se quejaba de que no tengo tiempo para escribirle un mail pero sí para hacer entradas en este espacio. Y mi explicación (que parece que no le resultó muy convincente) fue que para escribirle tengo que pensar qué cosas le quiero contar, en cambio el blog se hace solo, voy escribiendo las cosas que estoy pensando, o lo utilizo como medio para ayudarme a darle forma a alguna preocupación o alguna idea que anda dando vueltas por los recovecos de mis emociones o pensamientos.
Hoy me puse a escribir estas líneas, simplemente, porque me llamó la atención lo caprichoso de la dinámica de las ideas. Cómo hay momentos en los que uno tiene miles de ideas que no se terminan de acomodar porque la urgencia no te da ocasión de organizarlas. Y en otros momentos no hay juicios, no hay valoraciones, no hay golpes ni llamados de atención en la conciencia.
Pasa lo mismo que me ocurrió esta semana con una novela de Bioy Casares. Hace un par de años atrás dejé por la mitad “El seño de los héroes”, ya ni me acuerdo por qué motivos dejé inconclusa su lectura. Pero en estos días, revolviendo estantes, saqué el librito para que me acompañe en un viaje cortito, y me lo devoré. No entendía cómo podía haberlo dejado de lado en aquel momento. Cómo fue que no me atrapó entonces, como sí lo hizo ahora.
Y no lo sé.
Creo que, igual que las ideas, son ellos los que vienen a uno. Y parte de la honestidad con uno mismo es reconocer que hay momentos en que no puedo leer esto o aquello, y en que tal vez haya ideas, cuestiones, fórmulas y definiciones que me estén rondando pero que no soy conciente de ellos, o no estoy en condiciones –tal vez no lo esté nunca– de darles cabida en mi. ¿Será algo así?
A mis cuarenta años ya he reconocido muchas de las cosas que no podré alcanzar. Pero sigue habiendo tantas, todavía, por llegar a ser. ¿Tendrá uno que esforzarse más y más para llegar a eso que anhela o se tratará de esperar a que esos ideales lo alcancen a uno? ¿O cómo combinar ambas cuestiones?
Esto que no alcanza a ser ni siquiera un pensamiento que se precie, me deja a las puertas de una reflexión. Sólo que esa reflexión no aparece. Se me cruzan algunas cuestiones más o menos pertinentes, pero que no alcanzan a validar su solvencia. Así que, si se me permite, sólo voy a dejar un par de citas ajenas. Alejandro Dolina escribe:

HISTORIA DEL QUE NO PODIA OLVIDAR.

El ruso Salzman tuvo muchas novias. Y a decir verdad solía dejarlas al poco tiempo. Sin embargo jamás se olvidaba de ellas. Todas las noches sus antiguos amores se le presentaban por turno en forma de pesadilla. Y Salzman lloraba por la ausencia de ellas.
La primera novia, la verdulera de Burzaco, la pelirroja de Villa Luro, la inglesa de La Lucila, la arquitecta de Palermo, la modista de Ciudadela. Y también las novias que nunca tuvo: la que no lo quiso, la que vio una sola vez en el puerto, la que le vendió un par de zapatos, la que desapareció en un zaguán antes de cruzarse con el. Después Salzman lloraba por las novias futuras que aun no habían llegado.
Los hombres sabios no se burlaban del ruso pues comprendían que estaba poseído del mas sagrado berretín cósmico: el hombre quería vivir todas las vidas y estaba condenado a transitar solamente por una. Aprendan a soñar los que se contentan con sacar la lotería...

Y León Gieco canta así Río y Mar.



Lo único que quiero decir, finalmente, es que no me acompleja esta indefinición. No me paraliza. No sé totalmente quién quiero ser, ni todo lo que puedo llegar a ser (de bueno y de malo), pero de toda esa propuesta inagotable de opciones a tomar o a construir, de toda esa incertidumbre existencial (por ponerle un rótulo, en realidad suena más terrible de lo que es) no nace la angustia sino la confianza y la fascinación por lo endeble y poderoso de la construcción humana, o la construcción de Dios en la vida de hombres y mujeres chiquititos, pasajeros, moribundos.

No se angustien por nada, y en cualquier circunstancia, recurran a la oración y a la súplica, acompañadas de acción de gracias, para presentar sus peticiones a Dios. Entonces la paz de Dios, que supera todo lo que podemos pensar, tomará bajo su cuidado los corazones y los pensamientos de ustedes en Cristo Jesús.
Filipenses 4:6, 7

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