miércoles, 20 de mayo de 2009

darwinismo teológico (¿?)

Unas semanas atrás me tocó vivir una experiencia que podría definir como “intensa”. No, no fue ninguna “unción” ni cuestiones de ese talante. No cayó nada del cielo, ni se cayó nadie a ningún lado (o tal vez si, pero no físicamente).
Para describir la situación necesito mencionar algunos presupuestos. Soy pastor en una iglesia a la que asisten algunas personas con antecedentes evangélicos, y otros menos contaminados. Pues bien, en este contexto, intentamos tener una actitud colectiva, charlar las decisiones, permitirnos cuestionar las propuestas de la dirigencia (mayormente: un servidor). Por cierto que lo logramos muy pobremente. Por defectos propios (seguramente en mayor medida), por defectos de formación, o por comodidad, o por lo que fuere, resulta que lo que dice el pastor suele quedar como norma, aunque nadie esté de acuerdo. Nos cuesta entender la horizontalidad de la presencia de Dios y el sacerdocio universal de los creyentes. Todavía no llegamos a Lutero.
Dentro de ese panorama, una de las cuestiones que decidimos en nuestra congregación es la participación inclusiva de la comunión. O sea que aquí no precisás estar bautizado, ser miembro diezmador, ni cumplir con requisitos formales para participar de los símbolos de la Mesa del Señor, Santa Cena o Eucaristía. Más de una vez lo expusimos y aunque no todos están convencidos (algunos no tienen ni idea de por qué podrían estar en desacuerdo), de todas maneras cada tanto alguno pide explicaciones (y me alegra poder ofrecerlas), pero en general la concurrencia se reprime su duda o su sospecha. En otras cuestiones me alegro de los constantes logros que obtenemos juntos, pero en ese punto, al menos desde mis aspiraciones, estamos muy al inicio de un largo camino por recorrer.
El punto en cuestión es que en los días previos a la reunión en la que celebramos tal ceremonia se nos planteó la duda sobre qué hacer acerca de una pareja que estaba viniendo a las reuniones. Pareja que, más allá de sus precedentes evangélicos, no estaban viviendo muy cristianamente en muuuuuchos aspectos de sus vidas, ni demostraban interés por cambiarlo. Lo complicado era resolver ¿qué hacemos con esta buena gente? ¿Les permitimos compartir la comunión como a cualquier otro o los dejamos “stand by” hasta poder charlar mejor con ellos?
Tengo que decir que creo no abordar el tema a la ligera y que evalúo la importancia de la cuestión desde diferentes perspectivas. Pero lo notable de la anécdota es que esta situación nos llevó a comprender el carácter de nuestras decisiones. Este tipo de situaciones son las que evidencian nuestro verdadero compromiso con aquello que entendimos y reputamos como válido. ¿De qué me sirve mi inclusión si la hora de una cuestión ambigua me repliego sobre mis viejos conservadurismos? ¿Qué validez tiene esta o aquella idea si no soy capaz de sostenerla aún a pesar de mi conveniencia?
El darwinismo social ha sido una cuestión sumamente controversial (por fortuna mayormente descalificada), casi más que el darwinismo natural (que es más que la teoría de la evolución de las especies). Poco se ha dicho acerca del darwinismo teológico. Mejor dicho, nada. Primero porque en teología no se menciona a don Charles (salvo en lecciones de demonología), pero además, supongo, porque no estamos dispuesto a admitir muy vehementemente (sí se hace, pero medio de incógnito, en voz baja) que la teología que encontró desarrollo y posibilidades de supervivencia fue la que respondía a determinados intereses, era funcional a tales intereses, o contribuía a la comodidad de quienes las enunciaban o sus benefactores.
Lo admito, es una sentencia un poco apresurada. Pero ¿falta de sustento? Sí en estas líneas, no en la historia de la teología.
Quisiera ser parte de una iglesia que lucha por comprender su lugar en la comunidad donde vive, y que luche por vivir conforme a su comprensión de Dios, de su propia naturaleza, y de la comunidad, más allá de sus conveniencias particulares, o de las consecuencias pragmáticas que su praxis le implique. ¡Que Dios me ayude!
[Pido perdón por robarle la frase a don Martín L quien ante la dieta de Worms declara: "Si no se me convence mediante testimonios de la Escritura y claros argumentos de la razón - porque no le creo ni al papa ni a los concilios ya que está demostrado que a menudo han errado, contradiciéndose a si mismos - por los textos de la Sagrada Escritura que he citado, estoy sometido a mi conciencia y ligado a la palabra de Dios. Por eso no puedo ni quiero retractarme de nada, porque hacer algo en contra de la conciencia no es seguro ni saludable. ¡Dios me ayude, amén!"]

6 comentarios:

  1. Permitanme sospechar de la sospecha. No me parece que la razón sea el fundamento más firme sobre el que podamos sostenernos: filosofía, ciencia y teología, los tres campos del conocimiento humano, son un hervidero de contradicciones y especulaciones. No existe la certeza en el conocimiento humano; sin embargo la anhelamos. ¡Lastima! ¿de dónde vendra mi socorro?

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  2. le permito sospechar de muy buena gana. la sospecha, al igual que la certeza, no son cuestiones puramente racionales, como tampoco son solo cuestiones antojadizas. en el caso de este blog, el enarbolar la sospecha viene a ser (entre otras cosas) un intento de resistencia a la sumisión acritíca. no es un reniego de todo lo que nos trajo hasta aquí, sino un rechazo a la aceptación ciega. la sospecha tiene como fin la búsqueda de mayores certezas, aunque no siempre la logren.
    gracias por tu comentario

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  3. Siento mucho no haberme podido identificar antes. Más sospechas: ¿la sumisión, sea acritica o critica, de un sabio o de un ignorante, de quien sabe que sus capacidades intelectuales no dan para mucho y de quien sabe que dan para más, sigue siendo una virtud?
    ¿No será la sumision acritica, la aceptación ciega y la sospecha modos diferentes de buscar certezas mayores, aunque no se logren?

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  4. José Luna, mucho gusto. Me parece razonable lo que propone. Y no estoy (personalmente) contra la sumisión voluntaria. Si lo estoy contra la falta de criterio y de elección de tal opción. fuera de esta posibilidad no me interesan certezas por muy ciertas que ellas sean. No pretendo ser un iluminado ni creo en los tales. Sí creo en la libertad, en el error y el aprendizaje, y en un Dios que me invita a buscarlo y encontrarlo por el camino de la historia de los hombres.
    espero no ser muy enredado en lo que digo

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  5. Muy interesante. Saludos de un laico cristiano.

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  6. quedese por estos pagos, don José Luna. me parece muy interesante su aporte. aquí lo saluda otro laico. mi circunstancial rol de pastor no me quita mi condición de laico, también, de laos, pueblo, uno más. un saludo, pues, de otro laico

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