sábado, 19 de junio de 2010

Cortázar se mete con el mundial 2010

La selección argentina de fútbol ganó su segundo partido en el mundial que se juega en Sudáfrica. Esto no es muy novedoso para la mayoría de la gente que conozco. Y, aunque no niego mi propio entusiasmo por el mundial de fútbol y por la actuación del equipo de la AFA, ya sea porque me estoy poniendo viejo, o porque me gana la envidia de ver lo fácil que algunos se ganan la plata, me está cansando bastante el ver de qué manera se alimenta la euforia vana desde los medios de comunicación, y la selección argentina de fútbol pasó de ser “un equipo lastimoso que se iba a volver en la primera rueda” a una “maravilla de la técnica y la estrategia deportiva”.
Me pareció situación más que oportuna para compartir este genial cuento del más genial Julio Cortázar en la que con una acidez implacable desnuda esta falta de matices y moderaciones en la conducta del argentino medio. Me caben las generales de la ley, pero no puedo dejar de intentar reflexionar al respecto.
Adelante don Julio:
Grave problema argentino: Querido amigo, estimado, o el nombre a secas

Usted se reirá, pero es uno de los problemas argentinos más difíciles de resolver. Dado nuestro carácter (problema central que dejamos por esta vez a los sociólogos) el encabezamiento de las cartas plantea dificultades hasta ahora insuperables.
Concretamente, cuando un escritor tiene que escribirle a un colega de quien no es amigo personal, y ha de combinar la cortesía con la verdad, ahí empieza el crujir de plumas. Usted es novelista y tiene que escribirle a otro novelista; usted es poeta, e ídem; usted es cuentista. Toma una hermosa hoja de papel, y pone: "Señor Oscar Frumento, Gara
bato 1787, Buenos Aires." Deja un buen espacio (las cartas ventiladas son las más elegantes) y se dispone a empezar. No tiene ninguna confianza con Frumento; no es amigo de Frumento; él es novelista y usted también; en realidad usted es mejor novelista que él, pero no cabe duda de que él piensa lo contrario. A un señor que es un colega pero no un amigo no se le puede decir: "Querido Frumento." No se le puede decir por la sencilla razón de que usted no lo quiere a Frumento. Ponerle querido es casi lascivo, en todo caso una mentira que Frumento recibirá con una sonrisa titánica. La gran solución argentina parece ser, en esos casos, escribir: "Estimado Frumento." Es más distante, más objetivo, prueba un sentimiento cordial y un reconocimiento de valores. Pero si usted le escribe a Frumento para anunciarle que por paquete postal le envía su último libro, y en el libro ha puesto una dedicatoria en la que se habla de admiración (es de lo que más se habla en las dedicatorias), ¿cómo lo va a tratar de estimado en la carta? Estimado es un término que rezuma indiferencia, oficina, balance anual, desalojo, ruptura de relaciones, cuenta del gas, cuota del sastre. Usted piensa desesperadamente en una alternativa y no la encuentra; en la Argentina somos queridos o estimados y sanseacabó. Hubo una época (yo era joven y usaba rancho de paja) en que muchas cartas empezaban directamente después del lugar y la fecha; el otro día encontré una, muy amarillita la pobre, y me pareció un monstruo, una abominación. ¿Cómo le vamos a escribir a Frumento sin identificarlo (Frumento) y luego calificarlo (querido/estimado)? Se comprende que el sistema de mensaje directo haya caído en desuso o quede reservado únicamente para esas cartas que empiezan: "Un canalla como usted, etc.", o "Le doy 3 días para abonar el alquiler", cosas así. Más se piensa, menos se ve la posibilidad de una tercera posición entre querido y estimado; de algo hay que tratarlo a Frumento, y lo primero es mucho y lo segundo frigidaire.
Variantes como "apreciado" y "distinguido" quedan descartadas por tilingas y cursis. Si uno lo llama "maestro" a Frumento, es capaz de creer que le est
á tomando el pelo. Por más vueltas que le demos, se vuelve a caer en querido o estimado. Che, ¿no se podría inventar otra cosa? Los argentinos necesitamos que nos desalmidonen un poco, que nos enseñen a escribir con naturalidad: "Pibe Frumento, gracias por tu último libro", o con afecto: "Ñato, qué novela te mandaste", o con distancia pero sinceramente: "Hermano, con las oportunidades que había en la fruticultura", entradas en materia que concilien la veracidad con la llaneza. Pero será difícil, porque todos nosotros somos o estimados o queridos, y así nos va.

viernes, 11 de junio de 2010

empezó el mundial ¿y ahora... ???



Hace cuatro años, con motivo del Mundial de Fútbol anterior, Coca Cola puso en circulación unos calendarios muy particulares: el clásico calendario con un taco en el centro, al que se le van arrancando las hojitas día a día, pero que más allá de comunicar los datos fundamentales del día de la fecha, en el centro de la hojita ostentaba un enorme número que daba cuenta de la cantidad de días que faltaban para el comienzo del mundial.
Parecía un artículo comercialmente ingenioso. A mí me resultó algo más. Me llamó la atención acerca de cómo muchas veces vivimos de esa manera. Yo lo hago, aunque reniegue de ello. Cómo solemos vivir pendientes de eventos futuros que, se nos antojan, nos instalarán en una euforia más deseable que nuestro prosaico andar cotidiano.
Lo inconveniente, resulta ser que cuando pasa la fiesta, uno se queda como en el aire... como decepcionado. Antes de la fiesta, durante varias semanas, uno está expectante, anticipando y esperando. Pero, de repente, todo pasa y tenemos delante nuestro un vacío. Lo que esperábamos ya pasó, ya terminó, lo disfrutamos o no, pero ya no lo tenemos más.
Entonces muchos hacen, lo que yo me descubrí haciendo, gracias a ese almanaque: Buscando un nuevo objetivo en el cual centrar las expectativas. Y uno se fija en algún suceso importante, o en algún viaje que tiene planeado, o en el comienzo de esto… el fin de aquello... pero nos vamos haciendo una forma de vivir que siempre está mirando hacia “lo próximo”. Hacia una meta sicológica o emocional que nos ponemos, como la zanahoria delante del carro para ir tirando, para que nos haga llegar a un nuevo punto.
Cuando se trata de personas que son capaces de disfrutar de muchas cosas no les resulta difícil encontrar esas nuevas metas. No se les hace complicado encontrar en el futuro eventos importantes hacia los cuáles apuntar. Pero sucede en ocasiones, que uno se queda como una balsa en medio del océano, emocionalmente a la deriva, sin encontrar una referencia en la cual poner las esperanzas.
La religión se especializa en esto: nos promete deleites futuros y nos cobra con nuestro tiempo y energías hoy, nos arranca jirones de vida a cambio de esperanzas más o menos idealizadas.
La Biblia asegura que Dios va a dar a disfrutar a sus hijos del “río de deleites” (Salmo 36:8). Pero no sólo ubica su presencia y sus dones en una incierta ultramundanalidad. Tanto la presencia de Dios como sus deleites son para la eternidad que estriba en esta realidad presente. Dios nos regala el gustar de muchísimos placeres durante esta vida, pero no para que nos detengamos en ellos, y nos quedemos paralizados pidiendo más y más de lo mismo, sino para que miremos hacia adelante, gocemos hoy, mientras vamos dirigiendo nuestro andar hacia la presencia de Aquel que en sí mismo es la plenitud del gozo, consumación de todo aquello que podemos desear.
Nos invita, como dice el viejo sabio Atahualpa Yupanqui, a hacernos peregrinos de un sueño lejano y bello.
A disfrutar de la meta, y hacer del camino una anticipación de aquel destino propuesto.

jueves, 3 de junio de 2010

Una costilla tierna de Carlitos

Barth es uno de los teologos que me gusta leer pero me cuesta lidiar con su prosa (y la traducción de la misma, ya que no tengo más remedio que someterme a ellas). Es uno de esos pensadores que te llevan y te muestran el camino, pero no te dejan en la casa. Propone su propio desenlace pero pone el énfasis en marcar los pasos del camino, para que yo -roedor aficionado- reconozca esos caminos, los evalúe, y decida por mi propia cuenta si consiento en avanzar por allí, y por qué lo hago. Pero, como decía, muchas veces resulta un tanto denso su razonamiento, hay que andar, por momentos con paso corto y seguro, por caminitos sinuosos y salpicados de barro.
Como suele uno deslumbrarse y disfrutar de una banda de 'rock heavy' haciendo un tema melódico, así me descubro disfrutando unas páginas devocionales y casi poéticas de Barth.
Me dio muchas ganas de convidarte:
«A los hambrientos colma de bienes»
(Lucas 1,53)

MANOS VACÍAS
¡PADRE nuestro que estás en el cielo! Nuestra vida es muy confusa: ¡muéstranos el orden que tú le diste y que quieres darle de nuevo!
Nuestros pensamientos andan completamente dispersos: ¡reúnelos en torno a tu verdad!
El camino que tenemos por delante está envuelto en tinieblas: ¡precédenos con la luz que nos prometiste!
Nuestra conciencia nos acusa: ¡haznos caer en la cuenta de que podemos levantarnos para servirte a ti y al prójimo!
Nuestro corazón anda inquieto en nuestro interior: ¡danos, Señor, tu paz!
Tú eres la fuente de todo bien, eres la bondad misma, junto a la cual no hay ninguna otra. Tú no quieres que cada cual te busque por su cuenta e intente arreglárselas por sí solo con sus problemas. Tú quieres que en nuestra miseria y en nuestra esperanza seamos un único pueblo de hermanos. Como tal pueblo, nos tomamos ahora de la mano para darte juntos las gracias y extender hacia ti estas manos nuestras, siempre tan vacías.
Amén.
Karl Barth