sábado, 23 de octubre de 2010

La imaginación al INTENTAR


Hurgando, como no podía ser de otra manera, me encontré con un texto que me pareció muy piola para compartir aquí, y decidí rapiñarme el buen tino de gente que piensa la fe un poquito mejor.

ReImaginando la Vida

Después de un largo invierno, finalmente estoy aquí sentado en casa con una tarde totalmente libre (¡qué bendición!) después de varios sábados agitados con muchas cosas buenas, tener un sábado para quedarme
en casa, leer y después meditar bastante. Eso es algo de una importancia sin igual.
Resolví continuar la lectura del libro de Brian Walsh y Sylvia Keesmaart sobre Colosenses y me detuve sobre un término que ya vi mucho y creí una buena oportunidad para reflexionar mas sobre esto, nuestra imaginación, o sea, cuando pensamos la vida ¿qué elementos encontramos? Infelizmente, a medida que somos asediados en todo instante por propagandas en la TV, banners en los sites, 99% de los e-mails que te llegan (estoy comenz
ando a creer que el e-mail personal llegó a su fin), jingles en las radios, carteles en las rutas y hasta propaganda de las iglesias, pasamos a pensar que la vida es eso: lo que nos separa de la felicidad son 20 mil reales más de salario por mes.
Lo interesante es pensar que cuando Jesús llegó y comenzó a hablar a las personas a su alrededor, comenzó hablando del “Re
ino de los cielos”, o “El mundo como Dios lo pensó”, esto es, comenzó a trazar un ambiente en el que las reglas son diferentes que las reglas de este mundo tan competitivo y consumista en que vivimos. De esa forma, cuando oímos que Cristo es todo lo que precisamos, no parece ser algo tan desubicado. Y esa es nuestra misión, re-imaginar nuestra vida, re-imaginar nuestro mundo, limpiar nuestra imaginación de toda esa suciedad que nos asedia a cada momento que viene acompañado con una tremenda ansiedad por no tener lo que se vende y vivir la posibilidad de esa vida que Jesús nos convida
a vivir. ¿Cómo sería esa vida? ¿Cómo sería una vida en la que usted no precisara defender su reputación con las marcas que usa, con su agenda super completa, o con los cargos que usted tiene o sueña incrementar en su tarjeta de presentación? ¿Cómo sería una vida en la que usted pudiera asumir sus debilidades (en lugar de esconderlas) y dejar que otros lo ayuden con ellas? ¿Cómo sería una vida en la que usted pudiera esc
oger otras personas sin desconfianza y contar con ellas
para hacer aquello que Dios realmente sueña?

martes, 12 de octubre de 2010

Octubre


Hace unos días atrás, en una preciosa y primaveral tarde de Octubre, estaba trabajando en una tarea que realmente disfruto y hago bien. Mientras tomaba unos mates riquísimos, que también disfruto y hago bien. Escuchando y saboreando un poco de la música que me gusta. Me dejaba llevar y traer por ideas y emociones propias y ajenas que salían de los parlantes y de los rincones y de los muebles que lustraba. Y una corriente de viento fresco que aparejaba la tarde para que yo me la calzara.
Y sin darme cuenta, esa tarde, volví a creer. No me pregunten por qué, ni cómo, ni nada, no me preguntes nada. Esa tarde, otra vez, creí.

Creí que lo que uno hace en silencio y en milimétrica escala, tiene importancia y valor.
Creí que lo que hacemos con y por amor, realmente influye en la construcción de una realidad superadora.
Creí que la justicia y la paz se van a besar un día.
Creí que voy a ser capaz de escuchar, comprender y disentir, sin dejar de valorar y querer a mi disidente.
Creí que el conocimiento, la dedicación y la capacidad serán recompensados.
Creí que el temeroso y el pusilánime serán castigados con el olvido más feroz.
Creí que podemos crear comunidades que procuren
bendecir y ser buenas noticias a otros desde su vivencia cotidiana de servicio y no desde una retórica autoritaria.
Creí que soy capaz de soñar con mejores horizontes que mi propio bienestar.
Creí que puedo luchar por alcanzar sueños conjuntos al lado de otros, con la misma fuerza que pongo por mis propios intereses.
Creí que las dudas, cuestionamientos, y oposiciones tienen cabida en el progreso de la causa, y no sólo la obsecuencia y el seguimiento ciego.
Creí que la vida es misterio a transitar y no recetas a aplicar para sojuzgarla.
Creí que el miedo y el dolor no van a condicionar mi futuro.
Creí que mis hijos van a ser mejores que yo, y van a habitar y a crear un mundo mejor que el mío.

Y la tarde pasó.
Y la brisa vespertina se hizo noche.
Y la música, y el mate, y las manos en la madera se llamaron a silencio.
Pero me quedaron las ganas, al menos las ganas, de seguir creyendo.