sábado, 14 de diciembre de 2013

intento navideño, version 2013


  La navidad no es solamente la historia del bebe en el pesebre. No se trata tan solo de los Reyes y la estrella…
Es, sobre todas las cosas, la más increíble historia de amor. Es la definición de Dios acerca de lo que es el amor, de cómo se vive y se ejercita, fehacientemente, el amor.
Amor que no pasa por campanitas y mariposas en el estomago, y que va mas allá de  canciones pegadizas sobre sensaciones placenteras; el amor es entrega, es despojarse a uno mismo y exponerse. Es dar dándose, para que el otro alcance lo que no podría sin esa entrega. Y eso es la navidad que celebramos en estos días.

El regalo de la Navidad es la celebración de que Jesús viene al mundo a hacer posible nuestra reconciliación con Dios, pero además nos enseña y nos guía en un camino diferente: el camino del amor. Así lo enseña el Evangelio de Juan 15.13: “Esta es la mejor manera de amar, expongan su vida por sus amigos”.   
Las relaciones y los compromisos, en nuestro tiempo, son cada vez más y más débiles. Cada vez se hace más difícil depositar nuestra confianza en otras personas. Incluso los que se supone que deben ser aquellos con quienes podemos contar, en quienes descansar y fiar, cada vez son menos confiables. Los grupos de amigos parecen basarse cada vez más en el interés y no en la entrega. Los matrimonios (o mejor, deberíamos decir: las parejas) se forman más pensando en los beneficios a obtener  de la relación antes que en lo que puedo aportar a un proyecto en común. Más pensando en recibir, alcanzar, adquirir de otros que en contener, en dar y brindarse. Entonces, cuando ya no recibo lo que necesito, o lo que quiero, allí se termina la relación. La relación con un socio, con un amigo, con una pareja, o incluso con una familia entera. Esa es la cara que va adoptando, cada vez más, el mundo de las relaciones. 
Contrariamente al individua-lismo de nuestro tiempo, hay un mensaje que nos habla de un amor profundamente diferente. Un amor que se manifiesta, principalmente, en las relaciones. En las relaciones entre los amigos, en las relaciones con la familia, en el esfuerzo conjunto y solidario… allí se manifiesta este amor.

Navidad es un mensaje profundamente ligado a nuestro compromiso con las personas, a nuestras relaciones. El amor de Dios, su compromiso y su entrega nos marcó un camino. Él vino y se puso en nuestro lugar. Asumió nuestra condición. Estuvo dispuesto a perder, para estar conmigo y para que yo pueda alcanzar una relación profunda y cabal con Dios, con los demás y conmigo mismo.
La navidad nos muestra a un Dios que en lugar de declarar su amor desde los cielos muestra su amor al comprometerse. Que viene a habitar con los hombres y a ser uno como nosotros y con nosotros. Y ese amor se hace presente y se manifiesta no tanto en los templos y en las ceremonias, sino en las relaciones. En el compromiso real y jugado con otras personas concretas, en situaciones reales. 

 En estos días todos nos saludamos, nos abrazamos, brindamos, y nos deseamos una feliz navidad y buen año nuevo. Pero el nuevo año solamente va a ser feliz, en la medida que estemos abiertos a invertir tiempo, esfuerzo, pilas, para construir nuestras relaciones. A dedicarnos a mirar al otro como alguien digno de atención y respeto.
Cuanto más próximos estemos a las personas, más capaces seremos de percibir la dimensión del amor de Dios manifestado en la persona, la obra y los consejos de Jesucristo, nuestro señor. Acerquémonos a Dios para vivir su salvación en nuestras vidas, esa salvación que apunta a una eternidad celestial pero que nos acerca la capacidad y el desafío de amar verdaderamente.
Para alcanzar el compromiso, la entrega, la solidaridad… el amor que Dios propone para nuestras vidas y la de nuestra comunidad.

Y estoy convencido de que nada podrá jamás separarnos del amor de Dios. Ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni demonios, ni nuestros temores de hoy ni nuestras preocupaciones de mañana. Ni siquiera los poderes del infierno pueden separarnos del amor de Dios. Ningún poder en las alturas ni en las profundidades, de hecho, nada en toda la creación podrá jamás separarnos del amor de Dios, que está revelado en Cristo Jesús nuestro Señor.
                                    Romanos 8:38, 39



lunes, 2 de diciembre de 2013

Metáfora berreta, al paso



Anoche, cuando todos nos fuimos a dormir, mi hijo Andrés (extraordinariamente para sus hábitos) se quedo levantado ordenando el comedor. Con algo de ruido, bastante de paciencia, y mucho más de amor, esta mañana nos despertó con un ambiente inesperadamente mejorado, respecto al que habíamos dejado la noche anterior. 
Después de la alegría y el deslumbramiento inicial descubro un rincón en el que me encuentro con un conjunto de elementos apilados bajo la consigna “cosas de PAPá
 Me quede, entonces, pensando en esas oraciones que hacemos solicitándole a Dios que tenga misericordia e intervenga en nuestras vidas acomodando cosas que se escapan de nuestras habilidades y posibilidades. Y Dios (mucho mas increíblemente) muchas veces lo hace. Muchas veces extiende su gracia y toca nuestra vida. Y acomoda nuestro corazón, nuestro pensamiento, nuestras emociones, nuestras convicciones, incluso nuestras circunstancias, como creíamos que nunca iban a verse armonizados. 
Pero también Dios nos deja ese cartelito: “Yo trabajé, yo acomodé, yo hice mucho de lo que vos no podías hacer. Pero aquí te dejo una pilita de cosas con las que solamente vos vas a tener que lidiar. ¿Qué vas a hacer con esto?”

¡Porque para siempre es su misericordia!!!!!!