martes, 28 de abril de 2009

Un Pedestal Vacante


Durante mis años de secundaria tenía un recorrido de varias cuadras entre mi casa y la escuela. Medio dormido y desayunado a las corridas salía a recorrer las 13 cuadritas de esas cuadras largas, interminables, que tiene la ciudad de mi adolescencia. Ya me conocía el camino de memoria, y generalmente resultaba bastante aburrido ver todos los días más o menos lo mismo, con la única diversión de encontrarme con algún compañero en las mismas condiciones, o repasar mentalmente la lección de historia para la tercera hora, después del recreo. Pero un día esa monotonía se rompió. En ese trayecto se encuentra una plazoleta que está frente al hospital municipal. Está ubicada sobre la calle Uriburu, y se llamaba en esa época “Plazoleta Uriburu”, y, además, lucía un altivo busto del tal Uriburu, que vigilaba mis pasos diarios hasta la escuela o mi casa. Ahora bien, ¿quién fue este Uriburu? Muchos tienen la tendencia a pensar que si alguien está en los libros de historia y tiene una calle con su nombre, tiene que haber sido un gran tipo. Bueno, este Uriburu fue el General José Félix Uriburu. Y fue, entre otras cosas, el que inauguró la costumbre de los golpes de estado militares en Argentina, derrocando al presidente Irigoyen. Por primera vez el ejército, apoyado por sectores importantes de la aristocracia nacional (¿?) se animaba a romper con un período democrático. Ni qué hablar de las políticas que implementó Uriburu, para beneficios de esos mismos sectores que lo apoyaron para desplazar al presidente y el congreso. Otro capítulo, sería también, repasar sus ideas pro nazi y sus intentos por alinear a nuestro país con la política de la Alemania de su época.
Volviendo a mi historia, una mañana, al pasar por la placita seguía el busto de Uriburu tan erguido como siempre, pero con la particularidad que alguien tuvo la risueña idea de ponerle una jaula en la cabeza, así que el pobre de Uriburu, una de esas mañanas de mi aburrido recorrido, amaneció preso, tras las rejas.
Después esto salió en los diarios, se armó un pequeño escándalo, pero sirvió para que se pusiera la atención sobre la figura histórica de este Uriburu, y, algún tiempo después se decidiera sacar su busto de ahí (porque después ya aparecían pintadas y otras cosas en torno al caballero). Y si no me equivoco también la plazoleta perdió el nombre.

Hoy en día, esa hermosa plazoleta, ostenta esta imagen:
Mi “astuto sobrinito Ulises” me acusa (no sin razón) de ser bastante repetitivo en la estructura de estas reflexiones. Así que preferí evitarnos tal reiteración, en este caso, y dejar la cuestión aquí nomás. Esa imagen me genera un par de preguntas que espero saber hacerme y espero que cada lector de estas líneas y paseante de aquella plazoleta sea capaz de hacerse también. La mayoría de ellas obvias por demás. Por fortuna alguna, tal vez, más o menos valiosa. Cada uno puede aportar o aportarse a sí mismo alguna de ellas y, eventualmente, algún esbozo de respuesta.
En siguientes entradas intentaré aportar algunas de esas preguntas y a qué cuestiones las asocio, pero hoy prefiero dejar en primer plano la foto, el símbolo. El símbolo… ¿de qué?

domingo, 19 de abril de 2009

Pequeñas treguas de la abulia (I)




En la ciudad de Tandil, a 360 kilómetros de Buenos Aires, para los días de Semana Santa tiene lugar desde hace ya muchos años, un desmesurado movimiento turístico, a causa del carácter que la ciudad tomó en las últimas décadas promoviendo ese perfil, además del “vía crucis” (que la ciudad ostenta y explota) enclavado en una sierra casi metida en el centro comercial. Entre comerciantes, turistas y religiosos (habrá que ver en cuál de las dos categorías primeras incluimos a éstos últimos), la ciudad recibió 50 mil personitas que deambularon por sus calles y llenaron las mesas, las calles y algunas billeteras de esta preciosa localidad.

Como cada año, se destinó un sector típico de la ciudad (en las cercanías del anfiteatro en que se representa un espectáculo alusivo a la ocasión) a las colocación de pequeños puestos para artesanos, saltimbanquis y rubros varios.

Mi breve comentario va dirigido a un grupito que realizaba su espectáculo callejero al finaaaaaaaal de esta feria (lo menciono así porque la calle es una pendiente bastante pronunciara que hay que remontar para recorrerla en su totalidad). Allá arriba, como premio para los paseantes atléticos y pacientes, había un grupito de 4 muchachos (dos chicas, dos varones) que hacían un típico acto de circo callejero. Humor, acrobacia, inventiva, intercambio con el público, repentización, carisma, habilidad… Combinación nada sencilla, pero siempre exitosa. Pero hay un par de componentes que me gustaría agregarle: oficio y coraje.

Estos cuatro vagos nos tuvieron a mi familia y a mí (además de otras 150 personas que se reunieron allí) entretenidos y felices por más de una hora. Pero no puedo dejar de destacar el número de un muchacho que sobre una tarima de menos de 1 metro cuadrado, montado en un monociclo, recibe antorchas que le arrojan personas elegidas desde el público y las ataja para realizar malabares con ellas. Un acto de lo más emocionante. Lamento enormemente no poder mencionar el nombre del grupo que bien lo merece.

Cuando nos íbamos de la feria, con toda la alegría puesta, nos cruzamos con unos amigos que nos comentaron su admiración por esta presentación: “Ya los vimos el año pasado y ahora vinimos derechito a verlos”. Pero lo que me impactó fue el comentario que me hicieron al contarme que el muchacho del monociclo, el año pasado, realizando el mismo número, se cayó de la tarima, se abrió la cabeza, y vino la ambulancia a llevarlo al hospital y a arreglarlo un poco. Y ahora, un año después, estaba otra vez desafiando el sentido común de madre rezongona que le prohibiría volver a subirse a ese artefacto.

Me hace feliz saber que hay gente que elige vivir de hacer feliz a los demás. No sé si estos muchachos eligen esta forma de vida porque son profesionales fracasados, porque no sirven para cajero de banco ni barrendero municipal, o si renunciaron al Cirque du Soleil para venir a pelear el garbanzo en las calles de mi querido país.

Me hace feliz encontrar, además de todas las virtudes necesarias para llevar exitosamente cualquier empresa, la combinación de estos dos elementos que no suelen ser tan comunes: Coraje y Oficio.

¿Será porque no los veo tanto en mí? ¿Será porque no los veo tanto en derredor mío? ¿Por qué será que me emocionan tanto, que los celebro, que los reivindico?

Avísenle a Green Peace que aquí tenemos dos especies en francas vías de extinción y que hay que declarar a estos muchachos patrimonio de la humanidad.

Al año que viene me voy derechito a verlos.

jueves, 16 de abril de 2009

¿Por qué me suena tannnnn conocido?

Justito en medio de la campaña electoral para las legislativas de mediados de este año, en mi país, Argentina, mientras el oficialismo la va remando para ver de qué manera consigue cosechar uno a uno los votitos que le permitan no disminuir dramáticamente el número de sus legisladores, aparece un chico de 14 años que asesina a un honorable vecino del gran Buenos Aires, y pone, una vez más, el tema de la inimputabilidad de los menores y la falta de seguridad, en la primera plana de los medios informativos del país.

Una vez más aparecerán los defensores y detractores de esta y aquella postura. Una vez más los noticieros se llenarán de gritos exasperados, de llantos sensibleros y melodramáticos, de políticos haciendo su negocio, de empresarios mediáticos haciendo su negocio, de negociantes haciendo sus empresas, de delincuentes negociando sus noticias, de noticiosos delinquiendo sus vergüenzas, de desvergonzados noticiando sus delitos, de sinvergüenzas varios; delincuentes, no pocos; negociantes, muchos.

Y en el medio… la gente.

La pobrecita gente. Víctima de toda una maraña de intereses e influencias que manipulan algunos prominentes circunstanciales o consuetudinarios, mientras que aquí, a los ciudadanos de a pie se nos va la vida, se nos van los hijos, en este juego perverso que nos tiene como participantes involuntarios que siempre pierden y no pueden renunciar.

¡Qué bien! ¡Qué lindo suena! ¡Tan demagógico como hueco!

Más o menos en este tono se van a leer y escuchar comentarios a raudales.

Mantengo todas y cada una de las palabras allí escritas. Pero me animo a proponer que no necesitamos ser unos cráneos para avanzar un poquito más que eso.

Las voces que pidan leyes más restrictivas en Argentina, o que reclamen mayor seguridad jurídica, van a resonar en el futuro inmediato, mucho más fuerte que la de los potenciales legisladores en campaña. Es mucho más fácil enojarse, gritar, putear en pantalla (o conmoverse e indignarse en el sillón frente a la pantalla) que preguntarse: ¿qué piensa respecto a la actual ley ese señor que se me ofrece para ser mi diputado?

Todos aclaran que no están a favor de la pena de muerte pero que hay que hacer algo para endurecer las leyes, que hay que actualizar el sistema legal a la realidad social que tenemos. Pues bien: los encargados de modificar las leyes, los autorizados a reglar el sistema legal, los que deben hacer las leyes que la sociedad reclama, son estos señores que están solicitando nuestros votos. Alguien tendrá a bien preguntarles qué opinan ellos respecto a esta cuestión. No quiero que lloren al lado de las víctimas ni que se pongan colorados de indignación en el programa de cable de algún periodista amigo. Quiero que nos digan qué leyes van a votar en lo que se refiere a este tema. Qué tipo de sociedad persiguen las leyes que ellos piensan promover. Qué compromiso legislativo asume con el electorado.

Nadie habla de esto. Y dentro de algún tiempo vamos a volver a vociferar que queremos que las autoridades incumplan la ley, ya que no supimos promover a quiénes podían modificarlas.

Claro, entre tanto grito y llanto es difícil escuchar a los que responden a este reclamo. ¿O será que ponen los gritos y llantos en primer plano porque no hay respuesta alguna que oír?

Que sigan los reclamos desencajados. Pero que se oiga más fuerte el reclamo concreto por posicionamientos claros respecto a aquello por lo que después se va a llorar. Los “ruralistas” se niegan a postularse para las próximas elecciones. Se niegan, entonces, a participar directamente de la transformación del sistema legal que, dicen, los perjudica.

No es golpeando a los fiscales, gritando en los micrófonos de Telenoche, o agarrando de la solapa a algún juez, que se van a modificar las condiciones que reputamos de inseguras, insuficientes, inadecuadas.

Señor candidato a diputado: ¿qué ley dice usted que hay que modificar o sancionar para que mejore la seguridad, y cómo lo va a hacer?

Señora diputable: ¿qué leyes laborales que usted está estudiando van a mejorar la situación del empleo en nuestro país?

Señores candidatos: ¿van a trabajar para que mis hijos tengan un país con un sistema legal que promueva cuáles valores, cuáles objetivos, cuáles paradigmas?

Que no nos molesten los gritos y los llantos, pero que no nos aturdan. No nos podemos dejar distraer con estos o aquellos exabruptos. El camino hacia la madurez política y social implica que tenemos que exigir hoy aquello que después vamos a querer reclamar.

¿No te suena conocido esto?

No hay ninguna diferencia con lo que escuchamos en la iglesia.

Es lo que escuchás una y otra vez.

Predicadores que reclaman a los gritos lo que no conocen o no entienden, pero que nunca te dicen cómo ni por qué llegar a ello. Profesionales de la fe que reprochan la espontaneidad de los que se niegan a ser clones de cristianeitor. “Siervos” provistos de 4x4 que gritan sus demandas para confundir a la gente que no escucha que le digan qué clase de iglesia estamos tratando de llegar a ser, por qué y cómo vamos a procurarlo. Figuritas carismáticas o bien marketineadas que nos venden sus libros, sus discos, sus calzoncillos si fuera necesario, pero que no son capaces de dar un consejo sin apelar al pensamiento mágico o a la obediencia debida.

Seguimos gritando y gritando para aumentar la confusión que disimule la ignorancia y/o la ineptitud de los dirigentes eclesiásticos que critican a la dirigencia política porque cometen el terrible pecado de ser exactamente igualitos a ellos.

“Por tanto, no tienes excusa tú, quienquiera que seas, cuando juzgas a los demás, pues al juzgar a otros te condenas a ti mismo, ya que practicas las mismas cosas”. (Ro 2:1 NVI)

domingo, 12 de abril de 2009

Domingo de Amanecer

Domingo de resurrección. El día que la angustia devino esperanza. El día en que el Logos de Dios se manifiesta Palabra Viva para siempre.

Este textito de Eduardo Galeano se vislumbra ese encanto de sorprendernos con lo grandioso que vino a ser un evento recibido por gracia.

La piel de Dios

Los indios chiriguanos, del pueblo guaraní, navegaron el río Pilcomayo, hace años o siglos, y llegaron hasta la frontera del imperio de los incas. Aquí se quedaron, ante las primeras alturas de los Andes, en espera de la tierra sin mal y sin muerte. Aquí cantan y bailan los perseguidores del paraíso.

Los chiriguanos no conocían el papel. Descubren el papel, la palabra escrita, la palabra impresa, cuando los frailes franciscanos de Chuquisaca aparecen en esta comarca, después de mucho andar, trayendo libros sagrados en las alforjas.

Como no conocían el papel, ni sabían que lo necesitaban, los indios no tenían ninguna palabra para llamarlo. Hoy le ponen por nombre piel de Dios, porque el papel sirve para enviar mensajes a los amigos que están lejos.

Eduardo Galeano

Hace algunos años me encontré con esta canción de don Alfredo. No puedo escucharla sin que en algún rinconcito del corazón o de la conciencia se me aparezca la imagen de aquellos discípulos a quienes, al igual que a nosotros, después de la más oscura noche, se les empieza a hacer, gradualmente, la madrugada más impresionantemente esperanzadora de sus/nuestras vidas.

Amanece:

sábado, 11 de abril de 2009

fugaz reconocimiento a la estación más linda

Los álamos de mi vereda me anunciaron hace unos días que llegó el otoño. Tomé nota del aviso, y tomé unas fotos de estos fabulosos heraldos que la estación más linda del año tiene en mi casa.

Me encanta el otoño. Amo el otoño. No pongas esa cara de duda, de asco, o de no se qué que estás poniendo. El otoño es, definitivamente, la estación más linda del año ¿o no? Me generan desconfianza todos los afiliados a la primavera. No porque esté mal, sino porque es muy fácil.

El domingo 5 de abril, Quique Pesoa empezó su programa con esta foto oral, que dibujó magistralmente. En este climita que armó en poco más de 3 minutos sumó otro porotito en mi apego a esta fecha del año.



¿Por qué me gusta el otoño? Porque la vida es otoño. Porque el otoño no te miente.

viernes, 10 de abril de 2009

Breve elogio de la amistad divina IV

¿No se trata de amistad, justamente, la Semana Santa?

¿No se trata de amigos que se borran en el momento más complicado?

¿No se trata de un amigo que pone el cuerpo por los suyos?

¿No se trata de un Dios que decide unirse al grupo de los fieles para caminar con ellos?

Me impacta el pasaje de Juan 18:7, 8. Ese no es el Jesús de la estampita, ni el del cuadro en la cruz. Es un Jesús cansado, en la duermevela de la madrugada, que sale al encuentro de sus captores, pero pone el cuerpo para proteger a sus amigos. Instantes más tarde vamos a ver a esos amigos escondiéndose, disimulándose en la muchedumbre, negando ser amigos del capturado, tapándose los oídos ante la multitud que vocifera: Crucifíquenlo.

¿Cómo no dejarme cautivar por un amigo de tamaña estatura? No es el Dios omnipotente que nos concede la gracia de su trato. No es el funcionario importante que en un gesto de autocomplacencia le da su tarjeta personal a un pobre perejil como yo para que me dé dique mostrándole a mis amigos o a algún funcionario de escritorio que “yo soy amigo del Dr FulanodeTal”. Es el amigo que pone el cuerpo. Que baja de las alturas. Que abandona prerrogativas divinas para venir a ser el que toma mate conmigo. Y se juega la ropa.

La pascua cristiana nos tiene que señalar que Dios es uno como nosotros. Y que nos ofrece su amistad. Que muere abandonado, olvidado y despreciado (un destino que tranquilamente nos podría caber a cualquiera de nosotros, ciudadanos de a pie). Deglutido por la burocracia procesal que lo quiere largar por inocente y lo termina condenando por una sedición en la que ningún fiscal cree (como operan los sistemas legales con los pobres de todo el mundo). Y que una vez resucitado, sale al encuentro de sus amigos para compartir un asadito con ellos (Jn 21:9-13).

Definitivamente: Para mí, la pascua es AMISTAD.

jueves, 9 de abril de 2009

Breve elogio de la amistad divina III

La amistad, en tanto relación, impone una apertura genuina entre sus participantes. Uno se obliga a la franqueza, a la vez que la exige de su interlocutor.

¿Quién será el valiente que se anime a tomar unos mates y charlar todas las tardes con alguien absolutamente sincero y veraz, pero que lo conoce mejor que uno mismo?

miércoles, 8 de abril de 2009

Breve elogio de la amistad divina II

Por supuesto que estas afirmaciones no son de aplicación general. Todo lo expuesto contiene determinada cantidad de presupuestos que determinan el rechazo inicial de quien no los comparta; o el rechazo gradual de quien vaya comprobando su alejamiento de muchos de los apriorismos implícitos.

Tal vez el principal de los presupuestos, o al menos el que más me interesa resaltar, es el atributo personal de Dios. Dios es personal. Dios tiene carácter, voluntad, emoción, lo que llamamos “personalidad”.

Ahora bien, en una relación amistosa como las que conocemos, dos o más personas se ven enriquecidas mutuamente por el intercambio y, aunque la relación sea asimétrica, todos los involucrados son susceptibles de cambios. Para bien o para mal la amistad implica posibilidad de cambio. Vulnerabilidad. Apertura profunda y genuina.

Uno de los elementos constitutivos de la amistad es el compañerismo en pos de objetivos comunes. Charlamos, discutimos, crecemos, buscando conocer, comprender, o alcanzar algún elemento aún lejano.

¿Vale esto para la amistad con Dios?

Absolutamente.

¿Cambiará Dios? ¿Me escuchará tratando de aprender juntos? ¿Se volverá vulnerable a mis traiciones, contradicciones e inconsistencias, o a mi afecto?

De eso se trata el tipo de amistad que él propone.

La única diferencia significativa que podría proponer, es que en la amistad con Dios no buscamos encontrar nuevas y mejores respuestas (aunque también lo hacemos), sino que buscamos encontrar nuevas y mejores preguntas para una realidad en constante devenir.

lunes, 6 de abril de 2009

Breve elogio de la amistad divina I

Cada vez que intentamos definir a Dios a partir de un aspecto o actitud predominante, caemos en una simplificación (función ineludible de cualquier definición) que no hace justicia al carácter divino; u optamos por caer en una definición tan amplia que termina incumpliendo su utilidad fundamental. Por eso toda conclusión en referencia a Dios es parcial, provisoria, y más descriptiva o utilitaria que precisa. Nos sirve para comprender una parte de la realidad pero sólo es válida para ese aspecto y hasta donde alcance la comprensión (intelectual, emocional, espiritual, etc) de tal intento. Dios siempre es más vasto que nuestras conclusiones o razonamientos.

Cuando nos ahondamos en la búsqueda del conocimiento de Dios nos encomendamos a una empresa frustrante: El mayor de nuestros éxitos solo será una victoria parcial. Generalmente insignificante en el marco del campo en cuestión.

Es por eso que el devoto se enfrenta a esta barrera que le impone la academia teológica, y lo limita a profundizar su conocimiento en el campo de la experiencia individual. Entonces, digo, no vale la pena ni meterse.

Escribo desde la plataforma del creyente promedio. Ni mi preparación académica, ni mi capacidad intelectual, ni mi “espiritualidad” me permiten elevar la mirada desde más allá del creyente promedio (suponiendo que tal espécimen exista).

Una vez más –como tantas– es Dios mismo quien rompe con esta magnífica justificación.

Si bien, todo lo propuesto con anterioridad podría sonar lógico, Dios viene a romper con esa lógica, con ese callejón. El desarrollo del pensamiento teológico es amplio y complejo en gran manera. Las voces y propuestas en tal sentido son tan variadas y extensas que requieren un conocimiento y pensamiento previo de lo más exigente. Pero ante lo abrumadora de la tarea por emprender es Dios mismo quien sale al encuentro de su buscador. Dios se muestra, una y otra vez, más que como objeto de estudio (que bien puede serlo) como el estudio mismo: el proveedor de los medios y promotor de la empresa. El que no permanece estático a la espera de sus eventuales conocedores y adoradores, sino el que participa activa y entusiastamente del camino de profundización del conocimiento suyo. Y siendo que tal empresa es, por definición, infinita, cada conocimiento parcial es un encuentro novedoso con el Dios a cuyo conocimiento se ha llegado. Y este conocimiento se vuelve punto de llegada y de partida en un desarrollo constante. Es así que conocer a Dios es buscarlo, y viceversa.

De ser válida esta proposición, nos pone ante un nuevo propósito en la búsqueda del conocimiento de Dios: Se supone que quien conoce a Dios, lo contempla en cada vez mayor profundidad y plenitud, y encuentra que tal conocimiento lo lleva a dorar a este Dios a quien ha conocido más.

En esa línea de pensamiento la respuesta natural al conocimiento de Dios es la adoración: Conozco a Dios y al contemplarlo desde un conocimiento mayor, tal conocimiento despierta la actitud de adorar al divino en virtud de estos nuevos conocimientos adquiridos. Pero si, como proponen estas líneas, Dios está (es) en el camino de búsqueda y al final del mismo (es medio y objeto de estudio teológico) entonces la respuesta natural al conocimiento de Dios es la amistad.

Al profundizar mi conocimiento de un Dios-Objeto de estudio mi reacción será: “¡Dios, que maravilloso conocer esto de vos! ¡Te adoro!”

Al profundizar mi conocimiento de un Dios-Objeto y medio de estudio mi reacción será: “¡Dios, que maravilloso conocer esto de vos! ¡Sigamos juntos! ¿Nos tomamos unos mates?”

Suena herético. Probablemente lo sea. En tal caso aguardo impaciente la hoguera ya que hace tiempo esta es mi manera de relacionarme con el conocimiento teológico. En lo especulativo, en lo académico, en lo devocional, encuentro a un Dios que no tiene como propósito que el hombre lo conozca para ofrecerle su pleitesía, sino para que le abra su corazón en amistad: para que le convide unos mates.