lunes, 30 de marzo de 2009

La Hora del Planeta

El sábado por la tarde, cansados por la actividad del día y la temperatura inesperadamente elevada, nos dispusimos a mirar el partido de fútbol en el que Diego Maradona debutaba como director técnico del seleccionado argentino. Luego de un rato, unos cuantos minutos de hipnosis televisiva, el reloj señalaba que faltaban pocos instantes para las 20:30 hs, momento señalado por varias ONGs y cadenas de mail, como invitación a sumarnos a lo que se llamó “La hora del planeta” y que no era otra cosa que unirnos en apagar todas las luces y artefactos eléctricos durante una hora. Por ejemplo Click ACÁ.

No tengo la menor idea de la utilidad real que este tipo de iniciativas puedan aportar a la causa del planeta o a la causa de los promotores de estas actividades. Sin embargo, en mi casa, decidimos adherir con nuestro apagado de luces. Obviamente, el televisor siguió encendido, mientras Messi, Tévez, Maxi Rodríguez, Kun Agüero, y los muchachos de Maradona, hacían lo suyo en la pantalla.

Un pastor que estaba de visita en casa nos espetó la siguiente sentencia que me dejó mudo en un principio, re caliente al segundo, y nervioso en un tercer momento pensando en cómo contestarle sin hablarle de mala manera. Dijo: “Eso lo hace la gente del mundo que no sabe lo que va a pasar. Nosotros [los creyentes] sabemos lo que va a pasar así que ¿para qué vamos a hacer esas cosas?”.

Este pastor estaba contextualizando para esta situación concreta una actitud de la iglesia que me tiene re podrido. Es un discurso absurdo y contradictorio, pero que no tiene nada de inocente. Suelo creer que la mayoría de las barrabasadas que comete la iglesia evangélica son hijas de la ignorancia o la pobreza intelectual y espiritual. Sin embargo eso no libera de culpa a quienes perpetramos incontables bestialidades. Vuelvo a la actitud que, creo, tiene más de comodidad y desidia que de error.

No es improbable que este tipo de medidas no solucionen ni aporten nada a las causas realmente importantes. No es improbable que la correcta actitud de la fe deba ser un distanciamiento de determinadas propuestas y políticas. Sin embargo no podemos, los evangélicos, seguir escudándonos en frasesitas superfluas que no hacen otra cosa que esconder nuestra falta de compromiso con la realidad, con nuestro tiempo, con nuestra gente (que no es otra cosa que darle la espalda al Dios que decimos servir). Si realmente estamos convencidos de que no debemos adherir a determinada cuestión que promete beneficios para muchos, pues entonces desarrollemos argumentos sólidos para justificar nuestra actitud. Rechacemos las propuestas decentemente. Critiquemos con argumentos, opongamos alternativas, seamos mínimamente serios. No podemos demostrar nuestra falta de compromiso y autoconvencernos de lo correcta de la decisión estribando en frasesitas huecas y falaces. Por más espirituales que suenen (aunque la mayoría suenan patéticamente estúpidas), son excusas, son caza-bobos, son sofismas, son “estratagemas de hombres que para engañar emplean con astucias las artimañas del error”. Y toda un conjunto de evangelicosos lo escuchan en el púlpito y lo repiten sin el menor filtro, de la misma manera que compran cualquier profesía de turno o lectura, generalmente retrógrada y reaccionaria, de la realidad.

Disiento con la mayoría de la gente de nuestras iglesias. No coincido con el pensamiento de la mayoría de mis colegas pastores y creyentes. No pretendo que todos piensen como yo. No pretendo que nadie piense como yo. Pero, por favor, un poquito de seriedad. Un poquito de respeto a los demás creyentes y los demonizados protagonistas de la realidad política y social. Podés estar en desacuerdo y considerar un burro al que propone “A”. Pero no porque Dios se escribe con “D”. Decime algo coherente. Dame argumentos. Contame por qué “B” es mejor.

Toda esa sarta de lugares comunes evangélicos funcionó muy bien hasta ahora, y nos convirtió en la iglesia evangélica que somos. ¿Estás contento con esto? Seguí así. Yo sigo buscando otros rumbos. Caminos superadores. ¿Te parece que esto es lo mejor que Dios tiene para el mundo? ¿Te parece que esto es todo lo que la iglesia puede hacer ante el colapso del planta? ¿Soñar con el Apocalipsis y sentarnos a hablar mal de la ONG “QuienQuieraQueSea” porque no son evangélicos?

No me considero más que nadie, pero no estoy dispuesto a ser considerado menos de lo poco que soy por respeto a cuatro giladas que nadie parece estar dispuesto a destronarlas de su consuetudinario poder.

Me sigo aferrando a la sospecha como arma de batalla. Ante la mediocridad y el conformismo (empezando por el mío propio), ante el estatismo y la comodidad (empezando por el mío propio), ante el pensamiento mágico y el discurso alienante, me aferro a la sospecha.

Finalmente, para describir un poco esta actitud, cierro con un viejo chistecito de Juan Verdaguer:

- Sabes, querida: cuando hablas me recuerdas al mar.

- ¡Que lindo, mi amor! No sabía que te impresiono tanto.

- No me impresionas… ¡me mareas!

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