domingo, 19 de abril de 2009

Pequeñas treguas de la abulia (I)




En la ciudad de Tandil, a 360 kilómetros de Buenos Aires, para los días de Semana Santa tiene lugar desde hace ya muchos años, un desmesurado movimiento turístico, a causa del carácter que la ciudad tomó en las últimas décadas promoviendo ese perfil, además del “vía crucis” (que la ciudad ostenta y explota) enclavado en una sierra casi metida en el centro comercial. Entre comerciantes, turistas y religiosos (habrá que ver en cuál de las dos categorías primeras incluimos a éstos últimos), la ciudad recibió 50 mil personitas que deambularon por sus calles y llenaron las mesas, las calles y algunas billeteras de esta preciosa localidad.

Como cada año, se destinó un sector típico de la ciudad (en las cercanías del anfiteatro en que se representa un espectáculo alusivo a la ocasión) a las colocación de pequeños puestos para artesanos, saltimbanquis y rubros varios.

Mi breve comentario va dirigido a un grupito que realizaba su espectáculo callejero al finaaaaaaaal de esta feria (lo menciono así porque la calle es una pendiente bastante pronunciara que hay que remontar para recorrerla en su totalidad). Allá arriba, como premio para los paseantes atléticos y pacientes, había un grupito de 4 muchachos (dos chicas, dos varones) que hacían un típico acto de circo callejero. Humor, acrobacia, inventiva, intercambio con el público, repentización, carisma, habilidad… Combinación nada sencilla, pero siempre exitosa. Pero hay un par de componentes que me gustaría agregarle: oficio y coraje.

Estos cuatro vagos nos tuvieron a mi familia y a mí (además de otras 150 personas que se reunieron allí) entretenidos y felices por más de una hora. Pero no puedo dejar de destacar el número de un muchacho que sobre una tarima de menos de 1 metro cuadrado, montado en un monociclo, recibe antorchas que le arrojan personas elegidas desde el público y las ataja para realizar malabares con ellas. Un acto de lo más emocionante. Lamento enormemente no poder mencionar el nombre del grupo que bien lo merece.

Cuando nos íbamos de la feria, con toda la alegría puesta, nos cruzamos con unos amigos que nos comentaron su admiración por esta presentación: “Ya los vimos el año pasado y ahora vinimos derechito a verlos”. Pero lo que me impactó fue el comentario que me hicieron al contarme que el muchacho del monociclo, el año pasado, realizando el mismo número, se cayó de la tarima, se abrió la cabeza, y vino la ambulancia a llevarlo al hospital y a arreglarlo un poco. Y ahora, un año después, estaba otra vez desafiando el sentido común de madre rezongona que le prohibiría volver a subirse a ese artefacto.

Me hace feliz saber que hay gente que elige vivir de hacer feliz a los demás. No sé si estos muchachos eligen esta forma de vida porque son profesionales fracasados, porque no sirven para cajero de banco ni barrendero municipal, o si renunciaron al Cirque du Soleil para venir a pelear el garbanzo en las calles de mi querido país.

Me hace feliz encontrar, además de todas las virtudes necesarias para llevar exitosamente cualquier empresa, la combinación de estos dos elementos que no suelen ser tan comunes: Coraje y Oficio.

¿Será porque no los veo tanto en mí? ¿Será porque no los veo tanto en derredor mío? ¿Por qué será que me emocionan tanto, que los celebro, que los reivindico?

Avísenle a Green Peace que aquí tenemos dos especies en francas vías de extinción y que hay que declarar a estos muchachos patrimonio de la humanidad.

Al año que viene me voy derechito a verlos.

2 comentarios:

  1. Que bien narraste ese paseo, casi me encontré en ese sitio y disfrutando con ustedes.

    Pienso en esos chicos, que mencionás, y que pena que sean una especie en vías extinción, ¿verdad?...los imagino tan llenos de sueños.

    Bien por mostrarlos y compartir esta vivencia tuya.

    Saludos.

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  2. Hola Safiro.
    Gracias por tu comentario.
    es doloroso que aparezcan en cuenta gotas esos atributos que a estos chicos les sobran.
    a lo mejor reconocer nuestra carencia de ellos puede ser un pasito inicial como para valorarlos y procurarlos, si es que tal cosa es posible. no sé.
    al menos lo pensamos en voz alta.

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