domingo, 12 de abril de 2009

Domingo de Amanecer

Domingo de resurrección. El día que la angustia devino esperanza. El día en que el Logos de Dios se manifiesta Palabra Viva para siempre.

Este textito de Eduardo Galeano se vislumbra ese encanto de sorprendernos con lo grandioso que vino a ser un evento recibido por gracia.

La piel de Dios

Los indios chiriguanos, del pueblo guaraní, navegaron el río Pilcomayo, hace años o siglos, y llegaron hasta la frontera del imperio de los incas. Aquí se quedaron, ante las primeras alturas de los Andes, en espera de la tierra sin mal y sin muerte. Aquí cantan y bailan los perseguidores del paraíso.

Los chiriguanos no conocían el papel. Descubren el papel, la palabra escrita, la palabra impresa, cuando los frailes franciscanos de Chuquisaca aparecen en esta comarca, después de mucho andar, trayendo libros sagrados en las alforjas.

Como no conocían el papel, ni sabían que lo necesitaban, los indios no tenían ninguna palabra para llamarlo. Hoy le ponen por nombre piel de Dios, porque el papel sirve para enviar mensajes a los amigos que están lejos.

Eduardo Galeano

Hace algunos años me encontré con esta canción de don Alfredo. No puedo escucharla sin que en algún rinconcito del corazón o de la conciencia se me aparezca la imagen de aquellos discípulos a quienes, al igual que a nosotros, después de la más oscura noche, se les empieza a hacer, gradualmente, la madrugada más impresionantemente esperanzadora de sus/nuestras vidas.

Amanece:

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