

INSTRUCCIONES PARA CANTAR
Empiece por romper los espejos de su casa, deje caer los brazos, mire vagamente la pared, olvidese. Cante una sola nota, escuche por dentro. Si oye (pero esto ocurrirá mucho después) algo como un paisaje sumido en el miedo, con hogueras entre las piedras, con siluetas semidesnudas en cuclillas, creo que estará bien encaminado, y lo mismo si oye un río por donde bajan barcas pintadas de amarillo y negro, si oye un sabor pan, un tacto de dedos, una sombra de caballo. Después compre solfeos y un frac, y por favor no cante por la nariz y deje en paz a Schumann.
ReImaginando la VidaDespués de un largo invierno, finalmente estoy aquí sentado en casa con una tarde totalmente libre (¡qué bendición!) después de varios sábados agitados con muchas cosas buenas, tener un sábado para quedarmeen casa, leer y después meditar bastante. Eso es algo de una importancia sin igual.Resolví continuar la lectura del libro de Brian Walsh y Sylvia Keesmaart sobre Colosenses y me detuve sobre un término que ya vi mucho y creí una buena oportunidad para reflexionar mas sobre esto, nuestra imaginación, o sea, cuando pensamos la vida ¿qué elementos encontramos? Infelizmente, a medida que somos asediados en todo instante por propagandas en la TV, banners en los sites, 99% de los e-mails que te llegan (estoy comenzando a creer que el e-mail personal llegó a su fin), jingles en las radios, carteles en las rutas y hasta propaganda de las iglesias, pasamos a pensar que la vida es eso: lo que nos separa de la felicidad son 20 mil reales más de salario por mes.Lo interesante es pensar que cuando Jesús llegó y comenzó a hablar a las personas a su alrededor, comenzó hablando del “Reino de los cielos”, o “El mundo como Dios lo pensó”, esto es, comenzó a trazar un ambiente en el que las reglas son diferentes que las reglas de este mundo tan competitivo y consumista en que vivimos. De esa forma, cuando oímos que Cristo es todo lo que precisamos, no parece ser algo tan desubicado. Y esa es nuestra misión, re-imaginar nuestra vida, re-imaginar nuestro mundo, limpiar nuestra imaginación de toda esa suciedad que nos asedia a cada momento que viene acompañado con una tremenda ansiedad por no tener lo que se vende y vivir la posibilidad de esa vida que Jesús nos convidaa vivir. ¿Cómo sería esa vida? ¿Cómo sería una vida en la que usted no precisara defender su reputación con las marcas que usa, con su agenda super completa, o con los cargos que usted tiene o sueña incrementar en su tarjeta de presentación? ¿Cómo sería una vida en la que usted pudiera asumir sus debilidades (en lugar de esconderlas) y dejar que otros lo ayuden con ellas? ¿Cómo sería una vida en la que usted pudiera escoger otras personas sin desconfianza y contar con ellaspara hacer aquello que Dios realmente sueña?
EL PREMIO DE LOS PERSEVERANTES
Ricardo Gondim Rodrigues
“Al que venciere, yo le daré que se siente conmigo en mi trono; así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice á las iglesias”. – Apocalipsis 3.21.Mis brazos no soportaban más. Yo trataba de recuperar el aliento desesperadamente. El vaivén de la cabeza que se sumergía y emergía en busca de oxígeno se volvió frenético. Nadaba preparándome para una competencia próxima y precisaba intensificar mis entrenamientos. Pero, aquel día estaba exhausto. Después de casi media hora de suplicio decidí desistir. Me prometí a mí mismo que al tocar el borde de la piscina le pediría al técnico que me dejara ir. Decididamente no aguantaba más.
“Llegué al límite”, dije jadeando. “¡Voy a parar ahora!”
Sin demostrar pena por mi, él me respondió dándome la espalda: “¡Este es el momento en el que aflojan los mediocres!”
Me sentí una basura. Busqué fuerzas de donde no tenía más y volví a mi entrenamiento. Aprendí una lección que me serviría para el resto de la vida: El premio será dado a los que no desisten y permanecen en la lucha.
Hay muchos textos en la Biblia que nos exhortan a no desistir y que prometen un premio a los que, perseverando, atraviesan la línea de llegada de la vida. ¡Cuántos proyectos y sueños se acaban porque las personas no dieron el paso siguiente, desisten creyendo que llegaron al final de sus fuerzas! Algunos abandonan su matrimonio imaginando que no poseen recursos para salvarlo, otros abandonan sus sueños profesionales, deportivos y, peor aún, mucha gente huye de Dios.
La gente vive como quien nada, pedalea o corre. Vivir es una travesía que, muchas veces, parece imposible. Las complicaciones del viaje, inesperadas. Hasta los laderos que nos acompañan no siempre son dignos de confianza. Pero Dios pide solamente que no desistamos en el caminar. Los incentivos que recibimos de él son que él viajará a nuestro lado; no permitirá que las luchas sean mayores que nuestras fuerzas; y que recibiremos un galardón. La Biblia describe el desistir, volver atrás y no perseverar, como atributos de los cobardes y que ellos quedarán fuera del Reino.
Cuando creas que no tenés más fuerzas, da una brazada más, una nueva vuelta de pedal, otro pasito. ¡El Espíritu de Dios te ayudará a seguir adelante!
Una confesión necesaria
El otro día un cristiano, alterado por la precariedad de mi profesión de fe, me llevó a un rincón y me pidió que admitiera de una vez por todas si creo en el cielo y el infierno, la resurrección y la naturaleza dual, en el cielo y en el lago fuego, en la divinidad de Cristo y el nacimiento virginal, en la Trinidad y la creación en siete días, en el regreso de Cristo en las nubes y el Armagedón, en el Anticristo y los cuatro jinetes, en los milagros de Jesús y las plagas de Egipto, en el juicio y la vida eterna.
La respuesta ya la tenía lista, y no se asombre de verme usándola nuevamente:
- Conozco gente mucho mejor que yo -dije- que cree en cosas mucho peores.
INVENTARIO DE MIS DÍAS
Como no sé vivir
y ya no encuentro cómodo
llorar cada mañana,
como no sé vivir —insisto—
mientras vivo y desvivo
levanto el inventario de mis días.
Me palpo, me recorro,
con cualquier cosa compruebo mi existencia,
por medio de una voz,
de una sonrisa
o de cualquier mujer,
sé que estoy vivo.
Antes de despedir la madrugada
busco, revuelvo entre los trastos viejos,
y encuentro una palabra,
la desarmo,
le abro su panza de aserrín,
vuelvo a coserla igual que un minucioso cirujano
y escribo mi poesía.
Dando vueltas junto a los minuteros
tropiezo con el mismo ángulo recto
que invade a la mañana la oficina.
Prolijamente saludo a los relojes,
me anticipo a los pájaros ficticios,
digo que sí y que no con la cabeza.
Alargo inútilmente la memoria,
busco números claves con anteojos,
recorro con los dedos el lomo de la tarde,
giro sobre un sillón de cuero con sordina,
sumo porcientos grises, cifras azules y columnas rojas,
escribo sobre libros tremebundos,
pronuncio la palabra bibliorato
ochenta y cuatro veces por minuto;
comento un accidente, un crimen, media guerra,
y elogio los dobleces de algún sueño
para arrugarlo luego.
Enarbolo la pipa sobre el labio,
vuelvo a decir que sí de mala gana,
me angustio, resoplo, dramatizo,
a veces nombro a Sartre, a Dios, a Sanfilippo.
Huyo de mí,
me ignoro,
no me quiero.
Después, cuando el cansancio
comienza a recorrerme por la espalda,
saco de los bolsillos mi amor doblado en cuatro,
lo ejerzo tenazmente
y luego con vergüenza lo describo
o tan sólo amontono palabras y las tiro.
Antes de cada noche me apuntalo,
me miro en los espejos,
aliso mi soledad contra la almohada.
Sin que nadie me invite
me meto entre los sueños
o crezco con furia en otros muslos.
A veces también duermo.
O desvarío ante una biblioteca,
ante un poema de Eluard,
ante un Chagall plagiado,
o ante un tango.
Otras veces me siento a la orilla de mis ojos
y me miro asombrado y con espanto.
Me olvidaba,
a veces, también como.
En días de nostalgia
prefiero recordarme
o inventarle memorias a la tarde.
De vez en cuando vuelvo a leer a Borges.
Con la paciencia repito al acostarme
la delantera de Boca en el cincuenta
o escucho a Gardel contra el silencio.
Me desbordo de amigos casi siempre:
ya tengo tantos que nunca alcanza el tiempo
a descifrar sus nombres.
Cuando me quedo solo de espaldas a la noche
enumero los días transcurridos,
vuelvo a la infancia, al olor de los juegos,
converso con mi madre;
Los domingos mi padre sabe todas las respuestas
y todas las historias de aventuras.
Cuando se acaba el juego
evoco a algunos muertos,
voy al cine,
me reflejo en mis ojos preferidos,
aprendo los artículos del Código,
pienso en mi propia muerte
y mientras tanto crezco.
Como no sé vivir,
como no aprendo,
como no me interesan los deberes
ni tampoco me aplico para pasar de grado,
como no sé vivir —insisto—
me conformo con tratar de cambiar,
o simplemente
con inventar la vida
cada día.
Horacio Salas
Grave problema argentino: Querido amigo, estimado, o el nombre a secas
Usted se reirá, pero es uno de los problemas argentinos más difíciles de resolver. Dado nuestro carácter (problema central que dejamos por esta vez a los sociólogos) el encabezamiento de las cartas plantea dificultades hasta ahora insuperables.
Concretamente, cuando un escritor tiene que escribirle a un colega de quien no es amigo personal, y ha de combinar la cortesía con la verdad, ahí empieza el crujir de plumas. Usted es novelista y tiene que escribirle a otro novelista; usted es poeta, e ídem; usted es cuentista. Toma una hermosa hoja de papel, y pone: "Señor Oscar Frumento, Garabato 1787, Buenos Aires." Deja un buen espacio (las cartas ventiladas son las más elegantes) y se dispone a empezar. No tiene ninguna confianza con Frumento; no es amigo de Frumento; él es novelista y usted también; en realidad usted es mejor novelista que él, pero no cabe duda de que él piensa lo contrario. A un señor que es un colega pero no un amigo no se le puede decir: "Querido Frumento." No se le puede decir por la sencilla razón de que usted no lo quiere a Frumento. Ponerle querido es casi lascivo, en todo caso una mentira que Frumento recibirá con una sonrisa titánica. La gran solución argentina parece ser, en esos casos, escribir: "Estimado Frumento." Es más distante, más objetivo, prueba un sentimiento cordial y un reconocimiento de valores. Pero si usted le escribe a Frumento para anunciarle que por paquete postal le envía su último libro, y en el libro ha puesto una dedicatoria en la que se habla de admiración (es de lo que más se habla en las dedicatorias), ¿cómo lo va a tratar de estimado en la carta? Estimado es un término que rezuma indiferencia, oficina, balance anual, desalojo, ruptura de relaciones, cuenta del gas, cuota del sastre. Usted piensa desesperadamente en una alternativa y no la encuentra; en la Argentina somos queridos o estimados y sanseacabó. Hubo una época (yo era joven y usaba rancho de paja) en que muchas cartas empezaban directamente después del lugar y la fecha; el otro día encontré una, muy amarillita la pobre, y me pareció un monstruo, una abominación. ¿Cómo le vamos a escribir a Frumento sin identificarlo (Frumento) y luego calificarlo (querido/estimado)? Se comprende que el sistema de mensaje directo haya caído en desuso o quede reservado únicamente para esas cartas que empiezan: "Un canalla como usted, etc.", o "Le doy 3 días para abonar el alquiler", cosas así. Más se piensa, menos se ve la posibilidad de una tercera posición entre querido y estimado; de algo hay que tratarlo a Frumento, y lo primero es mucho y lo segundo frigidaire.
Variantes como "apreciado" y "distinguido" quedan descartadas por tilingas y cursis. Si uno lo llama "maestro" a Frumento, es capaz de creer que le está tomando el pelo. Por más vueltas que le demos, se vuelve a caer en querido o estimado. Che, ¿no se podría inventar otra cosa? Los argentinos necesitamos que nos desalmidonen un poco, que nos enseñen a escribir con naturalidad: "Pibe Frumento, gracias por tu último libro", o con afecto: "Ñato, qué novela te mandaste", o con distancia pero sinceramente: "Hermano, con las oportunidades que había en la fruticultura", entradas en materia que concilien la veracidad con la llaneza. Pero será difícil, porque todos nosotros somos o estimados o queridos, y así nos va.
«A los hambrientos colma de bienes»
(Lucas 1,53)
MANOS VACÍAS
¡PADRE nuestro que estás en el cielo! Nuestra vida es muy confusa: ¡muéstranos el orden que tú le diste y que quieres darle de nuevo!
Nuestros pensamientos andan completamente dispersos: ¡reúnelos en torno a tu verdad!
El camino que tenemos por delante está envuelto en tinieblas: ¡precédenos con la luz que nos prometiste!
Nuestra conciencia nos acusa: ¡haznos caer en la cuenta de que podemos levantarnos para servirte a ti y al prójimo!
Nuestro corazón anda inquieto en nuestro interior: ¡danos, Señor, tu paz!
Tú eres la fuente de todo bien, eres la bondad misma, junto a la cual no hay ninguna otra. Tú no quieres que cada cual te busque por su cuenta e intente arreglárselas por sí solo con sus problemas. Tú quieres que en nuestra miseria y en nuestra esperanza seamos un único pueblo de hermanos. Como tal pueblo, nos tomamos ahora de la mano para darte juntos las gracias y extender hacia ti estas manos nuestras, siempre tan vacías.
Amén.
Karl Barth
Cristo de las redes:
¡No nos abandones!
y en los espineles
déjanos tus dones.
No pienses que nos perdiste,
es que la pobreza nos pone tristes,
la sangre tensa, y uno no piensa
más que en morir.
Agua del río viejo:
Llevate pronto este canto lejos
que está aclarando
y vamos pescando para vivir.
Después del terremoto, un fuego; pero el SEÑOR no estaba en el fuego. Y después del fuego, el susurro de una brisa apacible. Y sucedió que cuando Elías lo oyó, se cubrió el rostro con su manto, y salió y se puso a la entrada de la cueva.
UNA APUESTA…
“El Evangelio nos invita a jugarnos la vida…” Un gran pensador cristiano, Pascal, lo llamaba “la apuesta”. Nos agrade o no la comparación, su sentido es exacto. Un autor inglés narra una interesante parábola para ilustrar esta misma verdad. Es la época de la última guerra mundial. Un ciudadano ingles quiere unirse a la resistencia en Francia. Establece contacto en Inglaterra con agentes de la resistencia. Finalmente se le da un lugar y una fecha en que debe encontrarse con el jefe de la resistencia, ya en territorio francés. Y el nombre de dicho jefe. Se traslada, acude a la cita, se identifica. El jefe de la resistencia le hace numerosas preguntas. Finalmente lo admite con unas palabras extrañas e intranquilizadoras: “Tú eres extranjero y no podrás comprender mucho de lo que ocurre aquí. Verás cosas extrañas. De una cosa debes estar seguro: yo soy el jefe y sé lo que hacemos. Confía en mí”. Pasa el tiempo; el nuevo recluta ve a su grupo vistiendo uniformes nazis, realizando misiones que parecen exactamente opuestas a su propósito; ve al jefe colaborando con el enemigo. ¿Sería verdaderamente la resistencia a lo que se había unido? ¿No había sido víctima de un monstuoso engaño? ¿Era éste el jefe o un traidor? En medio de las dudas, sólo puede asirse a una palabra: “Ten confianza en mí y al final verás”. Es todo lo que tenemos para nuestra fe: un tal Jesús de Nazaret que nos dice: “Ten confianza y al final verás”.
… CERTIFICADA POR UNA VIDA
Un tal Jesús que se tomó tan en serio la historia del Dios de Israel, del Dios que había anunciado la justicia y la paz, que había prometido un futuro para la humanidad y para el mundo… tan en serio que vivió de esa promesa toda la vida, y finalmente por ella entregó su vida. Desde el comienzo ubicó su vida en términos de esa promesa. Uno de los profetas de ese Dios había mirado hacia el futuro la liberación de la opresión, la enfermedad y la pobreza. Y Jesús retoma sus palabras y anuncia: “Porque el Espíritu del Señor me ha comisionado para anunciar a los cautivos libertad, a los ciegos vista, para dar buenas noticias a los pobres, para sanar a los afligidos, para anunciar la llegada del tiempo de liberación”. Algunos pocos aceptaron su mensaje y se unieron a él. Y otros, a lo largo de los siglos, también lo han hecho. No hay certificación. Jesús dice simplemente: “Sígueme”.
Es claro que no entramos a ciegas en “el juego de Jesús”. Su propia vida es una garantía, porque es imposible leer el relato de la vida de Jesús y no sentir el timbre de la autenticidad, de lo que es verdadero y real. Si alguna vez hubo verdadera humanidad, un hombre cabal, está aquí. Su invitación no es una frase vacía o demagógica; está respaldada por cada acto y cada palabra. Pero aun así: ¿qué nos asegura que fue otra cosa que un genial y heroico soñador? Porque toda su vida es un constante combate en el cual su mensaje, sus gestos, sus intenciones son permanentemente rechazados, atacados, negados, no sólo por sus adversarios sino incluso por sus propios seguidores. Y finalmente, su causa es crucificada.
En este sentido, el Nuevo Testamento es muy realista. Si la cruz es la ultima palabra, estamos ante un magnífico ejemplo de humanidad, pero nada más. Nada respalda universal y efectivamente esa vida. Y sus seguidores somos, mal que la palabra nos disguste, “engañados y engañadores”, “los más infelices de los hombres” (son palabras del apóstol Pablo). El sello de la realidad de esa vida es, según el Nuevo Testamente, la resurrección de Jesús. La importancia de la resurrección no estriba para el Nuevo Testamento en su carácter asombroso o milagroso. Si Dios es Dios, tal cosa no es en absoluto increíble. La importancia radica, más bien, en que con ese acto Dios confirmó todo lo que Jesús había sido, dicho y hecho. Es por eso que Pablo dice que si no hay resurrección, la fe se queda sin fundamento.
Utilizando un lenguaje muy poco religioso podríamos decirlo así: Jesús documentó de una vez para siempre el mensaje que nos habla de un Dios creador, del Dios de amor que quiere elevar a la humanidad y colocarla en el camino de un mundo nuevo. Lo documentó con su vida. Y en la resurrección, dios mismo firmó el documento. No hay posibilidad de certificar esa firma. Lo único que podemos hacer es presentar el documento y tratar de cobrarlo. Jugarnos a que tiene fondos. Este lenguaje comercial y realista corresponde al tema. El Nuevo Testamento no vacila en emplearlo. Pablo dice, incluso, que si la resurrección no es real, si la firma es falsa, “Dios se muestra mentiroso”. No hay otra garantía.
“Seño: yo tengo sueños. Yo quiero patinar, quiero cantar, y quiero ir a la universidad”.Eso fue todo. Pocas palabras. Pero un enorme gesto que recarga las pilas, que renueva las fuerzas, que consuela y compromete. Fue el ramillete de crisantemos (ahora me enteré del nombre) brotando en el medio del otoño. Fue la siesta recostado sobre la alfombra dorada de hojas secas. Fue el otoño aseverando que el invierno viene, pero que todavía hay sol, calor, caricia y esperanza.
“…no se comete ningún crimen de irreverencia contra la fe del pueblo argentino por haber restituido al Estado lo que corresponde al Estado, una cosa es el patriotismo argentino, otra cosa el fanatismo clerical”.Pablo Besson
Seguramente la iglesia evangélica no logrará revertir lo que parece una conclusión inevitable: tarde o temprano la ley se sancionará. Pero sin duda lo que sí podríamos hacer, y no estamos logrando en el presente, es ENRIQUECER el debate.“Poco le importa la triste situación de algunos que no pueden casarse conforme a las leyes meramente civiles. Pero son los individuos los órganos de la ciencia pública y los representantes de la división de los dominios civiles y eclesiásticos, es decir del derecho moderno”.Pablo Besson
Los que estaban reunidos le preguntaron: «Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?». El les respondió: «No les corresponde a ustedes conocer el tiempo y el momento que el Padre ha establecido con su propia autoridad. Pero recibirán la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes, y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra».
Dicho esto, los Apóstoles lo vieron elevarse, y una nube lo ocultó de la vista de ellos.
Como permanecían con la mirada puesta en el cielo mientras Jesús subía, se les aparecieron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: «Hombres de Galilea, ¿por qué siguen mirando al cielo? Este Jesús que les ha sido quitado y fue elevado al cielo, vendrá de la misma manera que lo han visto partir».
HECHOS DE LOS APÓSTOLES 1:6-11
A fines del siglo XIX, Eduardo Madero, el constructor del puerto de Buenos Aires, se encuentra en España -en Sevilla más exactamente- con un escrito que lo impresiona. Es el texto original de lo que llevaba por título: “Plan de Operaciones”. Se trata de un archivo redactado por Mariano Moreno, promovido por el propio Moreno, que hizo aprobar en secreto por todos los miembros de la junta de gobierno de mayo de 1810, en el que el autor desarrolla una estrategia para lograr que la revolución iniciada con la toma del gobierno, se desarrolle y llegue a su consumación total. Esencialmente propone el terror como método para arrasar al enemigo. Quiere arremeter con todo, castigar, matar, hacer lo que sea necesario para imponer la revolución que han iniciado el 25 de mayo.
Madero le envía este material a Bartolomé Mitre quién lo recibe, lo evalúa, y lo reconoce como auténtico.
Pero para esta altura la historia oficial ya estaba escrita. Y Moreno quedó en la historia como un “intelectual y educador romántico, influido por las mejores ideas de la Revolución Francesa”. A la historia le quedó más cómodo, o le convenía, un Mariano Moreno con esa imagen, y así lo dejó.
Hoy sabemos mucho más de las ideas radicales, revolucionarias, y republicanas de Moreno. Y de cómo su intransigencia en cuanto a luchar por la libertad y el triunfo total de la revolución de mayo, lo llevó a perder la vida.
Sin embargo, todavía hoy, se sigue transmitiendo en las escuelas esa imagen de Mariano Moreno. El intelectual, el periodista, secretario gris del gobierno, con algunas diferencias con Saavedra.
Esa es la imagen que la Historia prefirió sostener, y así lo hace, todavía hoy en día.