jueves, 3 de junio de 2010

Una costilla tierna de Carlitos

Barth es uno de los teologos que me gusta leer pero me cuesta lidiar con su prosa (y la traducción de la misma, ya que no tengo más remedio que someterme a ellas). Es uno de esos pensadores que te llevan y te muestran el camino, pero no te dejan en la casa. Propone su propio desenlace pero pone el énfasis en marcar los pasos del camino, para que yo -roedor aficionado- reconozca esos caminos, los evalúe, y decida por mi propia cuenta si consiento en avanzar por allí, y por qué lo hago. Pero, como decía, muchas veces resulta un tanto denso su razonamiento, hay que andar, por momentos con paso corto y seguro, por caminitos sinuosos y salpicados de barro.
Como suele uno deslumbrarse y disfrutar de una banda de 'rock heavy' haciendo un tema melódico, así me descubro disfrutando unas páginas devocionales y casi poéticas de Barth.
Me dio muchas ganas de convidarte:
«A los hambrientos colma de bienes»
(Lucas 1,53)

MANOS VACÍAS
¡PADRE nuestro que estás en el cielo! Nuestra vida es muy confusa: ¡muéstranos el orden que tú le diste y que quieres darle de nuevo!
Nuestros pensamientos andan completamente dispersos: ¡reúnelos en torno a tu verdad!
El camino que tenemos por delante está envuelto en tinieblas: ¡precédenos con la luz que nos prometiste!
Nuestra conciencia nos acusa: ¡haznos caer en la cuenta de que podemos levantarnos para servirte a ti y al prójimo!
Nuestro corazón anda inquieto en nuestro interior: ¡danos, Señor, tu paz!
Tú eres la fuente de todo bien, eres la bondad misma, junto a la cual no hay ninguna otra. Tú no quieres que cada cual te busque por su cuenta e intente arreglárselas por sí solo con sus problemas. Tú quieres que en nuestra miseria y en nuestra esperanza seamos un único pueblo de hermanos. Como tal pueblo, nos tomamos ahora de la mano para darte juntos las gracias y extender hacia ti estas manos nuestras, siempre tan vacías.
Amén.
Karl Barth

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