viernes, 31 de julio de 2009

Nostalgias del futuro

Hace unos días tuve ocasión de visitar, por minutos nada más, un barrio de otra ciudad, en el que me inundó un aire de plenitud. Andaba apurado y no tenía ocasión de detenerme más que unos minutos. Me paré en una esquina y miré el paisaje urbano de unas cuadras del barrio donde viví hasta hace algunos años. Las caras más o menos familiares (una década más avejentadas), las casas prácticamente intactas, los negocios sólo parcialmente renovados. Con la mirada puesta allá (en ese ningún lugar que miramos cuando vemos todo) me visitó una repentina satisfacción. Suspiré con una sonrisa profunda y me dije: “En este lugar fuimos felices”. Esa era la etiqueta de la postal. Recordé en ráfaga los momentos vividos en ese barrio: momentos difíciles muchas veces, conflictivos, tristes también, social y económicamente muy duros, por aquellos años… pero llenos de pujanza, de descubrimientos, de amigos, de encuentros, de felicidad. No me dio ganas de volver el tiempo atrás para revivir esos días idos, pero sí me dio una gran serenidad, poder mirar mi propia historia y reconocer en ella la mano de Dios. Esa rápida postal cargada de voces, rostros, aromas y notar cómo se emparienta, en algún lugar, con la sensación que me provoca la mirada que tengo hacia el cielo, hacia la vida eterna.
Muchos encuentran que un cielo maravilloso es una trampa evasiva para alienarse de la realidad. Para muchos la felicidad y la plenitud aquí y ahora son el único imperativo y la legitimación de cualquier proceder: la amoralidad en que deviene la tiranía de la felicidad. Sin embargo yo encuentro la esperanza de un cielo prometido como algo liberador. Como una referencia futura que me convoca hoy a actuar en línea con el Dios que me promete y me coloca en camino a esa realidad futura. Pero no me exige que yo construya esa justicia futura hoy aquí, me convida a trabajar con él en la senda cuyo fin apunta a aquella eternidad. No me exige que sea feliz y que haga feliz a los míos, me propone que lo intente y me provee herramientas en la construcción de esa posibilidad. No me reclama integridad, coherencia, pulcritud conceptual y vivencial, pero me ayuda a creer que puedo aspirar a procurarlas.
Hoy sé que en un pasado no muy lejano alcancé destellos de felicidad que nunca me impuse y que tal vez no merezca. En gran parte por eso confío en que este tiempo con otros amigos y otros vecinos, con otros desafíos y otras posibilidades, con otras circunstancias y otros sueños, también es un tiempo intermedio, también es una instancia provisoria, hacia otra postal de mi vida en la que, otra vez, el propósito será encontrar nuevos pasos y nuevos gestos que construyan una realidad a tono con aquel futuro deseado y que lo señalen como el objetivo apetecible para todo ser.
Así como siento un dejo de nostalgia por aquel tiempito en el que considero que fui feliz, no puedo menos que añorar aquella otra realidad plena hacia la cual desembocamos como río al mar. En el medio: hoy. La lucha, la búsqueda, el intento, el yerro, el gozo, el grito, la canción. ¿La felicidad? ¿Por qué no? Pero por encima de eso la Vida.


2 comentarios:

  1. Querido Lubi, qué bueno encontrar trocitos de historia que no han sido barridos por el tiempo ni transformados por el progreso imperante, de eso, ya quedan pocos.

    Me gusta tu forma de buscar y alcanzar la felicidad, hacerla nuestra no como norma que se nos impote desde el nacimiento sino intento de alcance, consciente y significativo.

    Preciosas letras para una reflexión profunda, las que nos regalas hoy amigo.

    Besos.

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  2. gracias, Ruth, por acompañar en estos trechos de la andanza.
    Seguimos en el camino...

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