sábado, 4 de julio de 2009

la caverna de los hipócritas

La muy sensible Ruth nos contó hace unos días su encontronazo con una situación que duele y que cuestiona, que nos interroga pero agarrándonos de las solapas y exigiéndonos una postura. Cada uno responde de acuerdo a lo que puede, a lo que sus prejuicios o sus conveniencias le permiten. Y los medios y los mercaderes venden respuestas fáciles que, por lo visto, muchos compran, también, con la misma facilidad. Los invito a que visiten el desierto de Ruth cliqueando AQUÍ. Pero en estos días, también, di con esta entrada en el sitio de Ricardo Gondim donde este viejo sabio (que sabe por sabio pero más sabe por viejo) nos invita al amor y a la eternidad en acción, aquí y ahora. Toma su pincel y nos regala este texto:
La vida en pinceladas
Vivir es asumir un compromiso con el bien. Pero la fuerza del bien nace de las acciones, nunca de las palabras. El discurso de la moralidad tiende a volverse la caverna donde los hipócritas esconden sus mentiras; mentiras que eluden a ellos mismos.
Los pecados que el beato domesticó se proyectan en los demás hechos maldiciones. Los vicios dominados por el fariseo condenan al prójimo al infierno. Solo los perfectamente puros creen conocer las fronteras de la apostasía. Al verse como vigilantes de la gloria de Dios, son impelidos a guerrear contra todo lo que consideran impedimento en el avance del Reino.
Los rectos defienden el texto en detrimento de la vida. Olvidan que el hombre no fue hecho para el sábado, sino el sábado para el hombre. Y así, consideran el templo, la teología, los argumentos doctrinales, las liturgias, los programas, tan sagrados que sacrifican vidas para preservarlos.
La dulzura es poderosa, pero la cólera débil. La humildad agiganta y la soberbia empequeñece. Solo el amor avergüenza a la violencia. Sólo él suprime la agresividad. Los grandes aman y los insignificantes no se conduelen con el dolor ajeno; no los impulsa el sufrimiento de los indefensos.
La compasión avecina a los humanos; el egoísmo distancia. Libres, solo son los que lloran las lágrimas ajenas. Bienaventurados los que ofrecen el hombro para suavizar las cargas de los frágiles. Dignos, los que perdonan las maldades innecesarias. Virtuosos, los que no ejercen la amabilidad como deber sino como privilegio. La simpatía es la virtud que no deja a la humanidad aislarse del dolor. Compadecer es el verbo que moviliza la solidaridad.
Amar es retirarse, rehusar dominar. La ternura no nace naturalmente, pero es devuelta. Sólo los afectos salvan de la animalización. “La humanidad no inventa la dulzura. Pero la cultiva, pero se alimenta de ella, y es eso lo que vuelve a la humanidad más humana” (Sponville). Una vez que el bien se pone en movimiento “es terriblemente difícil erradicarlo” (C.S. Lewis). El cielo entiende al infierno, pero el infierno no lo comprende. Eso explica por qué los hijos de Dios son misericordiosos y los impíos intolerantes.
El egoísmo enceguece. La soberbia arruina. La vanidad entorpece. La infelicidad no se resume a carencia. La desgracia y la abundancia también se dan la mano. La complacencia ensordece al clamor del pobre.
La vida también ocurre en las lagunas de espera. ¿Donde hay eternidad sino en el presente? El infinito no reposa en el futuro. El infinito está en el sentido que damos al instante. La vida se eterniza en la brecha que separa lo que ya fue de lo que ya viene.
Soli Deo Gloria
Ricardo Gondim

1 comentario:

  1. Gracias Lubi por esta inmerecida publicidad.

    Gracias por formar parte integrante de mi desierto y por enseñarme a sospechar ciertos rumbos.

    Gracias a Ricardo Gondim, porque esas líneas me han hecho sentir muchas cosas.

    Besos.

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