miércoles, 2 de septiembre de 2009

De la última cumbre de UNASUR

Días atrás tuvo lugar en la argentina ciudad de Bariloche una nueva reunión del organismo denominado UNASUR cuya sigla responde a la Unión de Naciones Sudamericanas. El punto de la discordia estaba referido a la supuesta instalación, o utilización como propia, de 7 bases militares de Estados Unidos en territorio Colombiano. Por supuesto que la tonalidad del encuentro se deslizó entre la condena más absoluta y la solicitud de indulgencia. Por un lado estaban los que pretendían que se emitiera un documento oficial condenando el intento y exigiendo el retiro de cualquier incursión en este sentido, y por otro lado estaban los que intentaban explicar que de ninguna manera se trataba de la incursión de tropas en territorio sudamericano.
La discusión fue subiendo de tono, y en un momento del encuentro el representante de Estados Unidos acercó a todos los presidentes una copia de los términos del acuerdo de cooperación entre Colombia y aquel país. Junto con esto el presidente colombiano Álvaro Uribe afirmaba categóric
amente el carácter inofensivo de esta colaboración, y el compromiso de su país de no permitir ninguna acción que no contara con el consenso del organismo allí reunido.
La discusión continuó, hasta el fin de la jornada, en los mismos términos.
¿Qué quiero señalar con esto?
Resulta bastante evidente, como también llamativo y alarmante, la sensación de la falta absoluta de credibilidad. El presidente de un país compromete su propia palabra y es lo mismo que nada. Nadie la cre
e. El representante de otro país ofrece un documento escrito, oficial, rubricado… y nadie le cree. Ni la palabra de un mandatario, ni la documentación oficial posee ya valor alguno. Todos tienen la sospecha, o la velada certeza, que ningún involucrado tendrá el menor prurito en hacer a un lado todos los compromisos asumidos, los documentos firmados, la palabra empeñada, la imagen y el prestigio comprometido, en el momento en que la conveniencia inmediata así lo recomiende.
“Ya no se puede creer en nada”, decían las viejas.
Por lo visto, en la palabra del principal mandatario de una nación y en los documentos oficiales, no.
Tal vez deberíamos empezar repartiendo,
en los próximos encuentros del UNASUR, estas apropiadas remeras del inefable Dr House:

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