jueves, 12 de noviembre de 2009

Teologando entre sollozos I

Cuando, en mis años de estudiante, leí a Agustín, a Tomás, a Calvino, a Küng (entre otros varios muchos que orillan una “estética” densa, ardua), decidí que la teología no era mi ámbito. Que nunca podría ni querría dedicarme a ciclópeas tareas como aquellas a las que estos caballeros entregaron larguísimos períodos de sus mejores años. Esta dimisión anticipada me elude la responsabilidad de una renuncia obligada por falta de capacidad para la tarea, como de todas maneras hubiera ocurrido con el transcurrir del tiempo.
Leyendo a Bonhoeffer, a Rubem Alves, a Orlando Costas (entre otros muchos que le rehuyen a la teología oscurantista), comprendí, mas tarde, que la teología es una tarea irrenunciable de todo cristiano. Sin la sistematización y rigor de otros, pero no se puede ser cristiano sin el intento constante y, por momentos desesperado, de compatibilizar las situaciones circundantes y cotidianas con la realidad de un Dios trascendente, a la vez que accesible; soberano y amistoso; eterno pero que murió por el mundo.
Así me senté muchas veces a la mesa de Lutero o Barth, Anselmo o Tillich, Jerónimo o Moltmann, para intentar dialogar con ellos y aprender a ver a Dios y como Dios, un poquito más, cada vez. Aprendí a convivir con una teología sin pretensiones pero que va articulando la historia personal como una columna vertebral de sentido y aspiraciones. Esa teología cotidiana que se dispara con preguntas inmediatas, con conflictos y alegrías de a pie, con dudas existenciales de lo más complejas y de lo más triviales.
Respeto, admiro, y me siento en deuda con los teólogos que elaboraron sistemas de pensamiento que enriquecen nuestra comprensión y nuestra búsqueda. Pero sigo prefiriendo dejarme sorprender por la teología, que me agarra mal parado a la vuelta de cualquier evento, para desnudar mis debilidades conceptuales, y mi pobreza de espíritu.

2 comentarios:

  1. Sí de algún modo todos teologamos alguna vez, con mayor o menor rigor, pero siempre aparecen preguntas a cerca de la naturaleza de Dios, las cuales tratamos de responder teologando aunque sea para nuestros adentros.

    Me entristecen tus sollozos, pero comprendo que a veces hay que dejarlos fluir.

    Besos querido amigo.

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  2. De todas maneras, Ruth, los sollozos y la teologìa, se me antojan parientes cercanos.

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