domingo, 9 de agosto de 2009

alegórico a la fecha

Este domingo 9 de agosto se celebra, en Argentina, el día del niño. Linda fecha para homenajear a los chicos, para festejar con ellos, pero también para tener ‘la neurona’ despierta para no dejarnos arrastrar por las estridencias de la ocasión. Comparto un texto que escribió Osvaldo Wehbe, quien es un periodista deportivo, pero que con mucha sensibilidad suele meterse en estas cuestiones de la contingencia social de nuestras tierras. Estas líneas las escribió en el año 2002, y sin embargo son de una actualidad que impacta.

SEMÁFOROS DE LA VERGÜENZA
Osvaldo Alfredo Wehbe
Son, en número, casi como los semáforos. O más. Cada vez que uno para a la orden de la luz roja, de a uno o en ramilletes, aparecen niños y niñas con un trapo en la mano, con algo para limpiar el vidrio. Una mezcla de trabajo y mendicidad, una forma de estar en carrera. Bien de atrás, pero estar. Y uno baja el vidrio, la ventanilla, estira la mano, les da una monedita, un caramelo, charla dos palabras con ellos (que si sos de River o de Boca, si no tienen frío, si van al colegio) y chau, ¡cuidado que está en verde!; ¡apurate, correte que te voy a atropellar...! Y salimos hacia alguna parte. Si miramos por el espejo retrovisor, veremos que siguen allí. Que forman parte de la esquina. Que esperan el rojo del semáforo como a una película de dibujitos animados. Que es ese el momento en el cual pueden recibir algo para llevar a casa, para comer, para que otros beban, para que sus hermanitos tomen la leche, si es que en el final de la jornada alcanza. Es el producido de algo así como los planes trabajar para niños. Sólo que no los paga el gobierno, sino los detenidos por el semáforo. Es una ayuda social más, que avergüenza. Sí, que da vergüenza. Palabra definida en el diccionario como deshonra, humillación, oprobio. Cosa indigna o escandalosa. Y que otra cosa es sino ¡vergüenza! el hecho de ver a los padres de familia haciendo largas colas para percibir la “generosidad” de los políticos que se llevan la parte de león. Desocupados, vaciados de dignidad en la mayoría de los casos (hay algunos a los que vivir de la política les sienta bien), recibiendo un puñado de bonos que guardan en el bolsillo y salen sonrojados de incomodidad. Lo de los chicos se ve distinto. Es como si en medio del cuadro, ellos se jugaran la vida. Corriendo en el campito aledaño a la villa miseria, metiendo goles igual que Saviola o Riquelme, riendo, peleando, cubiertos de la misma tierra de los niños que están bien; la tierra de los juegos y la alegría.
Sólo que cuando el sol baja, cuando los nuestros se bañan o cenan, hacen los deberes o ven televisión; los muchos, miles, más de los que suponemos, mantienen la incertidumbre sobre la comida y el abrigo y cada vez están más lejos de la educación y la salud, del bienestar y la dignidad.

Cuando se está leyendo este m
odesto mensaje se estará festejando el día del niño. Y junto a los festejos “normales” de vuestro hogar, del mío, del tuyo, se organizarán colectas, rifas, almuerzos, chocolates, para agasajar a los “chicos pobres”. Y está bien, claro. El propósito es honesto y plausible. Pero, lamentablemente, cuando termina el día, cuando la gente que organizó levanta las mesas, acomoda las sillas, barre el salón, la similitud con el arranque del auto en el semáforo, es inevitable. Los niños comieron, bebieron, jugaron, recibieron un presente, pero cuando cae la tarde, ya querrían que mañana hubiese otro día del niño. Es dejar el lugar de la fiesta y con un imaginario espejo retrovisor verlos todavía allí como preguntándose: ¿Y ahora?
No va más. No puede ir má
s. No podemos cargar con la vergüenza los medianamente sensibles y continuar con su indiferencia los absolutamente culpables. Obliguemos al señor enviado del Fondo a que conviva con los semáforos una tarde, a que duerma en pequeñas piezas llenas de hombres, mujeres y niños, que se abrigan unos a otros, en las jornadas en las cuales otros argentinos (con o sin méritos morales) llenan las pistas de esquí de la cordillera. Traigamos a los dueños de los cargos perennes, para que sus hijos concurran un mes a las escuelas públicas derruidas y de allí que vayan a limpiar parabrisas. Para que sus mujeres hagan filas desde el amanecer en un hospital para intentar ser atendidas por un ginecólogo maldispuesto y con trabajo cada vez más incómodo, en condiciones deplorables en cuanto a insumos y servicios. No sería injusto, no se horrorice. No al menos respecto a lo injustos que son los organismos internacionales con los países pobres y los dirigentes corruptos con su propio país. Un país que en cuanto a su niñez, da vergüenza. Da apuro. Pone colorado. Y no vengamos a decir “no hay nada que hacer... ya es tarde”. Muy por el contrario, queda todo por hacer. Queda mucho por cambiar y limpiar. Y respecto a los niños, a los que corretean por la vida sin detenerse a pensar en el hoy o en el mañana, es un deber de hombre, una condición de mujer, rebelarse y acabar con una situación que, cuando aceleramos en el semáforo, sigue viviendo en el espejo retrovisor, que cuando terminamos la colecta continúa estable de hambre y de carencias. No podemos saciar nuestra sed de justicia con una monedita, un juguete o un alfajor. Pisamos una tierra demasiado rica para seguir aceptando dádivas de los que se hacen los buenos desde el gobierno, entregando migajas en lugar de herramientas a los padres y sacándose fotos con los chicos en un acto de este domingo, después del cual, se van a lavar las manos. Aunque nunca podrán limpiar su alma. Es nuestra obligación hacérselo notar.

Sumamos a Quino y a Rubén Rada que nos vengan a dar una mano en esta pretendida celebración de Día del Niño

4 comentarios:

  1. Interesante el texto. Me gustó la breve relación desarrollada entre organismos internacionales (tales como la ONU, sin dudas) y pobreza. Cuando esta ultima se relaciona con costumbre, encontramos la raiz del problema...

    Acabo de recordar el poema de Mario Benedetti, Ustedes y nosotros. Te lo recomiendo.

    Gracias por la firma en mi post, que espero, no haya sido irónica. Jaja.

    Saludos!

    Fernanda.

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  2. No, Fernanda. En absoluto fue irónica, sinceramente expresé lo que sentía.
    Conozco "ustedes y nosotros" de Benedetti y pero me parece que en ese poema él no apunta tanto al perjuicio "culposo" o "doloso", sino más bien a las diferencias culturales consecuencia de siglos de tal perjuicio.
    Saludos para vos.
    Bienvenida por estos rumbos sospechosos

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  3. Directo como una bala letal que te taladra el corazón, reflejando la cruda realidad sin tapujos, sin adornos, sin intentar siquiera que suene bien.

    Me produce otra mirada profunda, otra reflexión, otra incomoda pregunta. ¿Cuántas veces les echamos a patadas de nuestro camino? ¿Cuántas veces reaccionamos a la defensiva pensando en esos muchachos como algo amenazante? ¿Cuánta humanidad resbala por nuestro cuerpo perdiéndose en la nada?

    Me ha encantado, gracias por generarme todas esas miradas profundas.

    Besos.

    Besos.

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  4. Sí, sin querer estamos pisando los terrenos de Carolina García que está proponiendo reflexionar acerca de la cosificación de las personas. ¿Anduviste por ahí, Ruth? Es interesante la propuesta. Imagino que te va a atrapar
    Aquí seguimos

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