jueves, 29 de abril de 2010

esperanzas otoñales

Las tardes de otoño son, por decir lo mínimo, nostalgias de la eternidad futura. El sol que abraza y se pasea por sobre los ocres y los dorados, mientras la siesta resiste la ablación de sus mejores perlas.
El jardín de mi casa se engalana, repentinamente, con estas florcitas (cuyo nombre desconozco por completo) para vestir la casa y arrancarla del frío de su modorra.

Hace unas cuantas semanas estoy compartiendo, en un breve espacio que tenemos en la radio local, una serie de charlas acerca de los sueños y el valor de aquellos objetivos de vida que Dios puso en nosotros y cuyo logro es de vital importancia para el progreso de la comunidad y de tremendo valor para el desarrollo de nuestras personas proyectándonos más allá de la inmediatez.
No es extravagante imaginar lo arduo que se vuelve, muchas veces, el encontrar las fuerzas para seguir adelante en medio de una realidad de “pronóstico reservado”. Cuando son escasas las señales indicando que haya otr
os compartiendo valores que uno pretende proponer. Es similar al esfuerzo que veo hacer a mi esposa cuando, por las tardes, le roba horas al descanso o a la intimidad familiar para ayudar con sus tareas y sus lecciones a algunos chicos que luchan con su inclusión escolar. La ingratitud, la indiferencia y hasta el desprecio suelen ser la retribución a esa entrega y dedicación. Y la tristeza no se retrasa en venir a advertirnos los sombríos futuros que estos gestos auguran. Como el otoño admite la irrevocable llegada del invierno.
Pero, unos días atrás, uno de los estudiantes del “apoyo escolar” le arrojó a mi esposa un baldazo de esperanza:
“Seño: yo tengo sueños. Yo quiero patinar, quiero cantar, y quiero ir a la universidad”.
Eso fue todo. Pocas palabras. Pero un enorme gesto que recarga las pilas, que renueva las fuerzas, que consuela y compromete. Fue el ramillete de crisantemos (ahora me enteré del nombre) brotando en el medio del otoño. Fue la siesta recostado sobre la alfombra dorada de hojas
secas. Fue el otoño aseverando que el invierno viene, pero que todavía hay sol, calor, caricia y esperanza.


4 comentarios:

  1. Qué lindas esas pequeñas cosas que gratifican y nos hacen dar cuenta que el esfuerzo no es en vano...Sobre todo en la enseñanza, en mi poca (casi nula) experiencia. :)

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  2. un poco de naSSSSSSSta para seguir remontando la cuesta ¿no?
    un abrazo, Eve

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  3. buenas de nuevo, si supongo que cada uno valida su acercamiento desde sus necesidades, experiencias....
    si me hubiera gustado que me animes a comunicarme mas con Dios,
    el dilema es el de siempre: como inicio esa relacion....y como la sigo... es decir, como confias de la nada en alguien que no conoces.... ok es Dios y tendria que suponer que siempre va a querer lo mejor para mi, que sus repuestas , en todas sus formas son para bien, pero bue es como que lo entinedo en la teoria pero no lo puedo interiorisar adentro mio

    ojo, quiza estoy esperando que mi vida cambie radicalmente de la noche a la mañana y eso tbm se que no es real...

    help!!

    anonimo

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  4. Anónimo: estaría más piola que me des un nombre, un seudónimo, aunque sea, para charlar un poquito más con alguien concreto, y aunque me gustaría tener esos elementos eso no me impide comunicarme con vos, establecer una relación inicial. empiezo a relacionarme con vos respondiendo desde mi posibilidad y mi lugar a tus demandas, o tus preguntas. Incluso si sé que vos requerís algo de mi parte y yo no te contesto nada, o me hago el gil, nos estamos relacionando, estoy respondiendo desde mi desinterés o indiferencia. seguramente, hasta ahora, le respondiste a Dios de esa manera, un cambio sería empezar a intentar responder positivamente a lo que sabés que son sus propuestas.
    tal vez la próxima entrada sobre M Bonino te ilustre un poco más lo que estoy queriendo decir.
    un abrazo

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