La
"fumata blanca" saliendo de la chimenea de la Capilla Sixtina del Vaticano
anunciaba que la Iglesia Católica tenía un nuevo Papa. El argentino Jorge Mario
Bergoglio, había sido elegido para suceder a Benedicto XVI, y se convertía así,
tras sorpresiva designación, en el primer latinoamericano en ser escogido para
tal honor, en los más de 2000 años de fe cristiana.
La primera reacción
fue la sorpresa y después tuvieron lugar la alegría y la expectativa favorable por
la elección del (ex) cardenal primado de la Argentina como nuevo Sumo Pontífice
de la Iglesia Católica, devenido en el “Papa Francisco”.
“¡Un Papa
argentino!”, “¡un Papa nuestro!”, fueron las expresiones que precedieron a las
manifestaciones de felicidad por comprobar que por primera vez en la historia
era elegido alguien de estas tierras para desempeñar tamaña responsabilidad.
Pasada
alegría inicial, la euforia continúa vigente… ¿Qué es lo que provoca tanta
expectativa en la gente? ¿A qué obedece tanta ilusión que genera esta
designación en los millones de católicos –y también en no católicos– de la
Argentina?
Supuestamente,
un Papa argentino entiende nuestros problemas como otros no son capaces de
hacerlo. Se supone que alguien surgido de entre nosotros va a ver los problemas
con una perspectiva diferente, una mirada como la nuestra. Se espera que un
Papa surgido de estos pagos será capaz de comprendernos, de entender nuestras problemáticas,
de ponerse a nuestro lado y trabajar en la solución de nuestras cuestiones de
una manera singular, mas efectiva y mas auspiciosa que alguien que no nos
conoce, que no nos comprende, que no entiende nuestra realidad como lo hacemos
nosotros.
Este
razonamiento parece bastante lógico. Si así sucediera creo que la alegría que
tantos argentinos expresan estará bien justificada.
Lo que parece
difícil de comprender es que esa alegría y esa expectativa tan favorable no se
hubieran manifestado mucho antes de la elección de un argentino como Papa. La
Biblia nos dice que desde antes de que Bergoglio fuera designado como Sumo Pontífice
de la Iglesia, tenemos otro Sumo Pontífice capaz de comprendernos, capaz de
entender nuestra problemática y de trabajar a nuestro lado para transformar
nuestra realidad en una mas justa y mas acorde a las posibilidades de
desarrollo y crecimiento de todos.
La Biblia
dice:
Por lo tanto,
ya que tenemos un gran Sumo Sacerdote que entró en el cielo, Jesús el Hijo de
Dios, aferrémonos a lo que creemos. Nuestro Sumo Sacerdote comprende nuestras
debilidades, porque enfrentó todas y cada una de las pruebas que enfrentamos
nosotros, sin embargo él nunca pecó. Así que acerquémonos con toda confianza al
trono de la gracia de nuestro Dios. Allí recibiremos su misericordia y
encontraremos la gracia que nos ayudará cuando más la necesitemos (Hebreos
4:14-16).
Por lo tanto
si queremos alguien que nos comprenda y nos acompañe, si buscamos alguien que
nos entienda y se identifique con nuestros problemas, si esperamos que alguien
“se cargue al hombro” nuestra causa y se juegue para ayudarnos a encarar
nuestros desafíos y nos acompañe en la lucha por la transformación de nuestro
entorno en uno mejor, busquemos al primer Sumo Sacerdote que se identificó con
nuestras problemáticas, que se alzo sobre nuestros enemigos y que nos abre las
puertas de su gracia: busquemos a Jesus.
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