miércoles, 9 de marzo de 2011

por la cornisa

Me pone muy nervioso encontrar a Sandra -mi esposa- cuando está cocinando y elige para trabajar los escasos 10 cm de mesada que quedan entre la bacha y el borde interno. Le digo que es una temeraria, que le encanta caminar por la cornisa y que disfruta con esa proximidad al abismo. Tampoco es para tanto, pero esa exageración nos asegura un momento de diversión.
En estos días yo anduve cavilando por la cornisa. Estuve tratando con cuestiones que para otros serán superadas y nímias, pero que a mí, mirando mi historia, considerando de dónde vengo, no dejan de causarme cierto vértigo al comprobar la distancia de aquellas seguridades infantiles de la fe.
Por eso me gustó repasar, una vez más, esta poesía del obispo Federico Pagura que me reconforta y me reconcilia con lo más elemental y lo más profundo de mi fe: Jesucristo.
Para renovar el compromiso, para restaurar las fuerzas, para fortalecer el valor, para exorcizar los desánimos, les convido esta canción de fe, compromiso y alegría.

NUESTRAS LEALTADES
Federico J Pagura

Porque él venció, en la muerte, la conjura
de las malignas fuerzas de la historia,
seguimos no a un héroe ni a un mártir,
seguimos al Señor de la victoria.
Porque él al pobre levantó del lodo
y rechazó el halago del dinero,
sabemos dónde están nuestras lealtades
y a quién habremos de servir primero.

Porque él habló de cruz y la cargaba;
de senda estrecha y la siguió sin pausa;
seguir sus huellas es nuestro camino,
con él sembrarnos: esa es nuestra causa.
Porque él habló del Reino sin cansancio
y nos llamó a buscarlo una y mil veces;
debemos hoy, entre mil reinos falsos
buscar el único que permanece.

Porque él es el Señor del universo,
principio y fin del mundo y de la vida,
nada ni nadie usurpará su trono
ni detendrá su triunfo y su venida.

Por eso, pueblos de esta tierra hermosa,
que han conocido siglos de opresiones,
afirmen sus espaldas agobiadas
y eleven al Señor sus corazones.

Y todos los cristianos, sin distingos,
que hemos usado en vano el Nombre Santo,
enderecemos presto los caminos,
antes que nuestras risas se hagan llanto.
Porque él vendrá por sendas conocidas
o por ocultos rumbos ignorados,
y hará justicia a pobres y oprimidos
y destruirá los antros del pecado.

Y entonces sí, la iglesia verdadera,
la que dio santos, mártires, testigos,
y no inclinó su frente ante tiranos
ni por monedas entregó a sus hijos,
ha de resplandecer con esa gloria
que brota no del oro ni la espada,
pero que nace de esa cruz de siglos
en el oscuro Gólgota enclavada.



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