sábado, 30 de enero de 2010

en la fragua

Está bien, tenés razón, me la mandé. Metí la pata. Me equivoqué. Si hubiera pensado un poco más habría tomado alguna otra medida más acorde con lo que se esperaba que hiciera en aquella ocasión. Estamos de acuerdo, entonces. El error fue mío, y el perjuicio nimio. Lo que no termino de entender es toda la descalificación desatada a raíz de una situación tan irrelevante.
Esta escena no parece ajena a nadie que tenga que
interactuar habitualmente, con otras personas. El relacionamiento humano provoca experiencias increíblemente gratificantes y momentos de los más duros. O, como dice el proverbio, “el hierro se afila con el hierro, y el hombre en el trato con el hombre (Pr 27:17)”. No sé si por derivación previsible o como “salida decorosa” ante la falta argumental, la mayoría de las cuestiones de las relaciones entre personas suele encontrar una colección de momentos en los que ante un error manifiesto, ante una falla revelada, se estriba en ese suceso puntual para descalificar toda una serie de cuestiones relativas no al evento sino a la persona. Ese es el punto en el que la batalla está perdida. ¿Cuál batalla? La batalla argumentativa, por un lado. La actitud de descalificar todas las ideas de X porque X tiene mal aliento, no es otra cosa que admitir que ya no tengo argumentos para contraponer a los del apestoso de X. Pero, por otro lado, la principal batalla perdida es la de la construcción humana. En el preciso instante en que promuevo a X a la categoría de enemigo es cuando perdí. Porque X es aquel a quién Dios, el destino, la vida, las circunstancias, o quién quieras considerar, puso en ese lugar para forjar mi espíritu, mis ideas, mi personalidad, llamada a la construcción común de humanidad.
Pero otra cuestión que vale recordar es que esos estallidos de irracionalidad, esos arrebatos de no-discusión, de fin-del-diálogo, no es otra cosa que la explosión de nuestra propia lucha interior. El mal aliento de X me sirve como catalizador para mis propios conflictos irresueltos, para mis frustraciones o dudas profundas e hirientes.
Tal vez, en lugar de dejarme abatir por tu ataque desmesurado, deberíamos descubrir cuál es la charla pendiente, el argumento irresu
elto. Tal vez, en lugar de aprovechar la contingencia para invalidar caminos ajenos, deberíamos creer más en la construcción común de caminos más abarcadores, ya que decimos querer ir hacia destinos demasiado parecidos como para ser ajenos.

miércoles, 20 de enero de 2010

El espacio de ser. Justito, justito

Dice don Hamlet Lima Quintana (poeta ¡... y la madre!)

Espacio

Me vuelvo a preguntar si el espacio que ocupo
es el que corresponde a mis acciones
,
mis sentimientos, mis ideas imperfectas,
si me entrega los verdes y amarillos
de cualquier horizonte, como si fuera un pájaro
o una estrella fugaz entre la noche.
Me vuelvo a preguntar si es que no soy
precisamente un pájaro o la estrella fugaz
que sólo pasa en mitad del
incendio.
También a veces me pregunto
si estará más arriba o mas abajo
o en el mismo centro del abismo y estoy equivocado
en esta tarea empecinada por dignificar las cosas
desde un espacio que ocupo como si
me perteneciera.
Pero aunque no me puedo responder con certidumbre
ni me pueden marcar mis límites de hombre,
a veces miro al cielo y me parece
verme flotar con rumbo a otra galaxia
mientras recorro la vida cotidiana
entre la gente y las calles de mi pueblo
y descubro que vuelvo alucinado
porque éste es el espacio exacto que me corresponde.

Para hurgar un poco más sobre Hamlet, te invito a visitar esta entrada de Safiro.

lunes, 4 de enero de 2010

Regalito de Año Nuevo

Uno va acumulando algunos tesoros que con el tiempo fueron quedando (como bien describe el ganial catalán) en un rincón, en un papel o en un cajón. También van quedando, algunos, en alguna carpeta de 'Mis documentos'. Me pareció piola desempolvar y compartir este poema lleno de vida, de esperanza, de compromiso, de pasión profética, que quedó guardadito en un rincón de mis afectos. Suelo recurrir a él en tiempos complicados, y ojalá les inspire las mismas fuerzas que a mi. Dejo aquí este regalito de Año Nuevo, Reyes, y de Porque Sí.

NUESTRAS LEALTADES

Porque él venció, en la muerte, la conjura
de las malignas fuerzas de la historia,
seguimos no a un héroe ni a un mártir,
seguimos al Señor de la victoria.
Porque él al pobre levantó
del lodo
y rechazó el halago del dinero,
sabemos dónde están nuestras lealtades
y a quién habremos de servir primero.

Porque él habló de cruz y la cargaba;
de senda estrecha y la siguió sin pausa;
seguir sus huellas es nuestro camino,
con él sembrarnos: esa es nuestra causa.
Porque él habló del Reino sin c
ansancio
y nos llamó a buscarlo una y mil veces;
debemos hoy, entre mil reinos falsos
buscar el único que permanece.

Porque él es el Señor del universo,
principio y fin del mundo y d
e la vida,
nada ni nadie usurpará su trono
ni detendrá su triunfo y su venida.

Por eso, pueblos de esta tierra hermosa,
que han conocido siglos de opresiones,
afirmen sus espaldas ag
obiadas
y eleven al Señor sus corazones.

Y todos los cristianos, sin distingos,
que hemos usado en vano el Nombre Santo,
enderecemos presto los caminos,
antes que nuestras risas se hagan
llanto.
Porque él vendrá por sendas conocidas
o por ocultos rumbos ignorados,
y hará justicia a pobres y oprimidos
y destruirá los antros del pec
ado.

Y entonces sí, la iglesia verdadera,
la que dio santos, mártires, testigos,
y no inclinó su frente ante tiranos
ni por monedas entregó a sus hijos,
ha de resplandecer con esa
gloria
que brota no del oro ni la espada,
pero que nace de esa cruz de siglos
en el oscuro Gólgota encla
vada.

Federico J. Pagura